
Ayer, una cantidad similar de niños de varios jardines de infantes de la ciudad se congregó en torno a la Plaza 9 de Julio para mini-celebrar una mini-procesión con mini-imágenes del Señor y de la Virgen del Milagro.
Los niños salteños no solo tienen su Milagrito y su Pachamamita para jugar a alabar a los dioses creadores. También son granaderitos, gauchitos, gendarmecitos, legisladorcitos, agentitos de tránsito y, por supuesto, «canitas»; es decir, policías infantiles.
Por debajo del sistema educativo formal, de contenidos más bien tradicionales, en Salta existe una variada oferta de subsistemas diseñados específicamente para que la niñez pueda ser «educada en valores» -religiosos, patrióticos o castrenses- según sean la ocasión y las necesidades... siempre de los mayores, nunca de los niños.
Todo está hecho en pequeño. Desde las imágenes religiosas, que parecen salidas de una factoría de Playmobil, hasta el variado cotillón policial. El salteñito aprende ideologías jugando a ser grande, como en esos jardines de infantes donde las niñas de guardapolvo rosa juegan a fregar en cocinitas y los niños de guardapolvo azul juegan a construir complejos artefactos en pequeños talleres mecánicos.
Alguien debería explicar por qué motivo los niños de 4 años que acuden a nuestras escuelas realizan sus primeras excursiones «lectivas» al Museo de la Policía de Salta (como si fuese el Louvre) y a la Catedral Basílica, por ese orden.
Es hora de que los niños, ya sin la ayuda de los grandes, se decidan a crear un INADITO, para denunciar las agresiones a la infancia encubiertas de cariño y tutela formativa, como la discriminación sexista, las imposiciones religiosas y el adoctrinamiento irresistible por parte de los mayores.
En este cruel empeño por no criar «atorrantitos», la tropa cuartelera y sotanesca que desde hace varias décadas gobierna a Salta desde las sombras, le está robando a nuestros niños lo mejor de su infancia: su espontaneidad y su derecho a crecer libres.
Lo hacen siempre en nombre de ciertas operías que suelen disfrazarse bajo la denominación de «comunidad organizada», «contención», «bien común», «inclusión» o «actividades comunitarias».
Señor padre, señora madre, señor tutor o encargado: cuando vea que alguien le propone para sus hijos algunas de estas cosas, huya de él como de los áspides más venenosos.