El jacuzzi: un invento del diablo para pervertir menores

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Hace algunos años, un poderoso finquero de nuestros valles, famoso por sus serios problemas de oído y su afición a las «chinitas tiernitas» (según una testigo), vio truncada su inviable carrera política al ir a dar con sus huesos en la cárcel a causa de un burbujeante baño de jacuzzi con una menor de edad en un establecimiento de hospedaje para parejas por horas.

El mismo diario que lapidó al finquero y que aceleró su condena, ha vuelto por sus fueros y una década después ha sacado a la luz el escándalo de otro baño de jacuzzi con presunto abuso de poder. Esta vez le tocó a un intendente municipal afín al gobierno provincial, cuya destitución -según el diario- parece ya cosa hecha.

A diferencia del finquero, a quien todas las pruebas enviaban al infierno (por más que lo hubiera defendido el mismísimo Cicerón), la situación del Intendente es confusa, pues el único elemento que lo vincula con un supuesto delito de corrupción de menores es -sorprendentemente- el maldito jacuzzi.

La jurisprudencia salteña podrá ser trucha, inorgánica, mal codificada, pero es sin dudas implacable.

En efecto, las fotografías revelan que el Intendente se prestó alegremente a que un grupo de señoritas a las que bien podría calificarse de «lugareñas» se dieran un refrescante chapuzón en el jacuzzi de su casa de él.

No consta que el Intendente compartiera el jacuzzi con sus compañeras de fiesta, y tampoco que en el sarao se hayan desplegado malas mañas. Pero, por las dudas, un Fiscal de la Patria ya está coleccionando pruebas en aras de la sacrosanta verdad jurídica.

Pero como los tiempos de la justicia no son los mediáticos, el diario está creando, un día sí y otro también, el ambiente propicio para que el Intendente sea destituido de modo fulminante por el Concejo Deliberante local.

Como tal Concejo tampoco tiene los elementos necesarios para determinar que ha habido conducta indecorosa en la mentada fiesta, los ediles se aprestan a destituir al Intendente por «bagayero»; un cargo afrentoso y estigmatizante entre los habitantes del Valle de Siancas.

La Cámara Salteña de Instaladores de Jacuzzi ha trasladado ya a la Ministra de Derechos Humanos su preocupación por la creciente vinculación entre estos artefactos sanitarios y la degeneración humana en forma de corrupción de menores.

Según los instaladores, hay en Salta grandes señores y señoras que tienen en sus casas fastuosos jacuzzi (de varias plazas, con motor turbo y corrientes oscilantes) pero que solo los utilizan para su higiene personal y siempre de forma recatadamente individual, nunca colectiva. Los aparatos son inocentes, dicen.

El Vicario General de la Arquidiócesis de Salta se ha ofrecido a enviar sacerdotes a los distintos domicilios de los más selectos barrios privados para bendecir estos artefactos e, incluso, para exorcizar a los que no cumplen con las reglas canónicas.

El prelado ha aclarado que las instalaciones a cielo abierto, como las pelopincho, no necesitan de tal auxilio espiritual y que están exentas de declaración ante el registro ad hoc abierto en el curato rectoral.