
El progreso tiene dos caras en Salta. Una cara amable, aparentemente conectada con el futuro, y otra siniestra, que hunde sus raíces en nuestras peores tradiciones urbanas.
La fotografía que aparece más arriba (publicada por el diario El Tribuno) refleja este penoso contraste: un colectivo (relativamente moderno) del transporte público de pasajeros, que circula por una calle asfaltada, tiene una parada en un yuyaral tercermundista, intransitable y peligroso.
La parada no cumple con ninguna norma de construcción, de seguridad o de sentido común.
Para empezar, no está señalizada en absoluto. No se aprecia en la fotografía ninguna señal vial que indique a conductores y peatones su presencia.
Al contrario de lo que prescriben las normas, la parada está en una zona de escasa visibilidad, rodeada de elementos -como los árboles y la maleza de gran tamaño- que dificultan su detección.
No hay ni siquiera un poste de luz a la vista, con lo que se puede fácilmente suponer que, de noche, la parada se encuentra, no solo oculta entre árboles y yuyos, sino en la más completa oscuridad.
Como se puede apreciar, el conductor ha hecho lo que debía hacer acercando el vehículo al borde de la acera, para facilitar el descenso de los pasajeros. Pero no ha podido hacer más (unos 60 centímetros separan las puertas del cordón) porque el árbol se lo impide. Quiere esto decir que si el conductor hubiera querido acercarse más, las ramas del árbol podrían haber penetrado por las ventanas y dañar a los pasajeros sentados junto a ellas.
La supuesta "vereda" está intransitable, aunque no en ambas direcciones, ya que si bien hacia arriba de la foto es imposible circular a menos que el viandante lleve un machete consigo, en la parte de abajo se advierte un pequeño sendero.
Lo más curioso es que ninguna de las pasajeras que se apearon del colectivo optó por el pequeño sendero. La que descendió por la puerta trasera se vio obligada a caminar por la calzada (con el peligro que ello conlleva) ya que el yuyaral se lo impide. Y la que lo hizo por la puerta delantera, según se ve en la foto, se encamina hacia un terrorífico baldío cercado con unos postes de increíble fealdad. Solo Dios sabe lo que esa mujer puede encontrar en medio de esos yuyos de alturas bíblicas. Como mínimo, uno de esos afilados alacranes que por estos días sobresaltan a los salteños.
Si esto es lo que le espera a los pasajeros que solo utilizan la parada para descender en pleno día, habría que preguntarse a qué peligros han de enfrentarse en un lugar como éste los pasajeros que deben esperar un colectivo de noche.
Esto no es «inclusión», ni modernidad, ni nada. Es un simple atropello al sentido común y a la dignidad mínima de la persona humana. Una burla, en el más estricto sentido de la palabra.