El gobierno nacional promete a los carreros de Salta que les regalará 'caballos nuevos'

El «carrerismo» de Salta ha dado un tremendo golpe de efecto en la sórdida puja que mantiene con los animalistas, los ambientalistas, los expertos en tráfico rodado y las diferentes administraciones públicas, al obtener su personería jurídica.

Bajo la denominación "Agrupación de Carreros Salteños", los propietarios y explotadores de la flotilla de carros tirados por caballos que inunda la ciudad prometen que habrá guerra, o al menos, tracción animal durante muchos años más.

Se trata, en todo caso, de una guerra de baja intensidad, ya que los carreros cuentan con el apoyo (o la complicidad, según se mire) del propio Secretario de Gobierno de la Municipalidad de Salta, Mauro Sabbadini, y de la concejal polipartidaria Angelita Corona de Di Bez, según informa hoy el diario El Tribuno.

Según el líder de los carreros, señor Fredy Flores, la fuerza de su agrupación no solo se cimenta en la simpatía de Sabbadini y Di Bez sino en el «apoyo explícito del gobierno nacional».

Dicen los carreros salteños que el diputado porteño Juan Cabandié ("hijo de desaparecidos", como él mismo suele presentarse en sociedad) les ha prometido la donación de un terreno en la ciudad de Salta para que allí retocen a sus anchas los caballos de los carreros fuera de su horario laboral.

Los carreros, por su parte, prometen que habrá «caballo suelto cero» en las calles de Salta y que en el terreno que les donarán se controlará el peso, la alimentación y la salud de los caballos. Se acabarán por tanto los caballos enfermos en las calles de Salta y ahora, por fin, las jóvenes mamás de nuestra capital podrán decirles a sus pequeños hijos aquello de «ya quisiera tu padre tener la salud que tiene ese caballo».

Caballos nuevos

Pero la novedad fundamental y en la que verdaderamente se palpa la solidez del «apoyo» del gobierno nacional a los carreros de Salta, es que la señora Kirchner, en vez de obsequiarlos con modernas camionetas de generosa capacidad de carga, en vez de asegurar la dignidad del trabajo humano eliminando la tracción animal de la faz de la ciudad, ha resuelto que lo mejor que se puede hacer por los carreros salteños es regalarles «caballos nuevos».

Parece un chiste, pero no lo es. Como no lo fue aquella solución que en los años ochenta le dio el presidente del Instituto Provincial de la Vivienda de Salta a una humilde mujer que tenía su casa sostenida solo por cuatro puntales (el funcionario le dijo: «ponele otro puntal»).

Da toda la impresión de que a personajes sentimentales y coquetos como Cabandié no les incomoda la idea de que la muy noble, muy leal pero muy periférica y empobrecida ciudad de Salta se llene de carros tirados por caballos, como en el siglo XVII, mientras que en Buenos Aires sigan abundando los Audi, los BMW o los Jaguar, a cuyos conductores, en algunos casos, ni siquiera se puede multar porque enseguida agarran el celular y llaman a la superioridad pidiendo que se apliquen «correctivos» a los agentes de tránsito.

A pesar de que se desconoce de dónde sacará el gobierno nacional caballos cero kilómetro para cumplir con su promesa, no caben dudas de que Salta ha entrado de lleno a la era de un nuevo y luminoso federalismo equino, caracterizado por la inclusión y la «equinidad», que es la equidad que reina en el mundo de los caballos.