
Por primera vez en la historia, los actos oficiales realizados al pie del monumento erigido en memoria del militar salteño fallecido en 1821 han contado con la participación de autoridades cuya presencia hay que deducir por otros detalles que no son precisamente sus rasgos faciales.
La peor parte se la han llevado los «desconocidos» por el gran público, como la señora esposa del presidente de la Cámara de Diputados de Salta, quien en esta ocasión solo pudo presumir de una tupida cabellera rizada pero de ninguno de sus agraciados rasgos fisonómicos.
Otro tanto ha sucedido con el esposo de la Intendenta Municipal de Salta, Bettina Romero, quien estaba allí sin estarlo, a pesar de ese costoso poncho de vicuña de color tostado que llevaba encima y que suele usar el gauchaje más fino.
Como solo se podía ver los ojos de los personajes, algunos han sido traicionados por una mirada que pone en evidencia que son pure evil.
No es el caso de la Primera Dama, señora Elena Cornejo Revilla San Miguel, cuya mirada -firme como pocas- provocó admiración entre los que se animaron a acortar la distancia sanitaria o los que utilizaron teleobjetivos para tomar fotografías.
Pero sí el de Bettina Romero, a quien por debajo de su máscara negra cubrelotodo se le podía advertir un gesto avinagrado, bastante llamativo para una persona que pasó toda su campaña electoral y los dos primeros meses como Intendenta sonriendo como si fuera un anuncio de pasta de dientes.
La responsabilidad del poder también ha hecho mella en la mirada del gobernador Gustavo Sáenz, a quien se ve mucho menos relajado que su discreta y elegante esposa. De hecho, el gesto de Sáenz es pandémico, en el mejor sentido de la expresión, pues inconscientemente trasmite pensamientos como: «Mañana tengo que ir a Tartagal a entregar ambulancias. Tendré que ponerme tres barbijos a causa de la circulación comunitaria que hay en Yacuiba».
El poncho rojo al hombro ha distinguido a los ministros, excepto a uno de ellos que lo lleva siempre y que para la ocasión se ha decidido por el traje de gaucho completo. Algunos, como el coronel Pulleiro, han preferido llevar la prenda sobre el hombro izquierdo, dejando la solapa derecha libre para lucir las cintas con los colores nacionales. Otros, como el ministro Ricardo Villada, han elegido colocarse el poncho como mantón de manila, a la vieja usanza conservadora, combinando su natural elegancia con un barbijo que imita el diseño de la bandera de Salta.
La ministra Josefina Medrano (otra cuya mirada está claramente afectada por la pandemia), prefirió un look de tipo ebony & ivory al combinar un abrigo blanco corto con los pantalones negros y un par de zapatos con plataforma de una altura amenazante para la viril estatura de su colega el coronel. La ministra Verónica Figueroa, sin embargo, se decantó por un look shades of gray, en el que destacaba una chalina de color negro, bastante bien llevada, por cierto.
La mirada es parte importante de la personalidad de los individuos
Detrás de las miradas se disimula una personalidad. El lenguaje no verbal que se expresa a través de la mirada oculta un código de comunicación y expresión en determinados contextos sociales y políticos que, a veces, es necesario descodificar para comprender mejor la dinámica de estos contextos.La mirada puede permitir o, al contrario, obstaculizar las relaciones personales y, por consiguiente, las relaciones de poder. Los ojos, como parte de la mímica facial, son piezas de un juego social continuo que se ven condicionadas por el espacio y el tiempo en que se manifiestan.
Los líderes políticos que, por razones superiores a ellos mismos, ocultan sus facciones al gran público, no pueden sin embargo ocultar sus miradas y ellas a menudo revelan sentimientos e intenciones que el resto del cuerpo y, sobre todo la mente, no quiere que se conozcan.

