¿A quién matamos primero? ¿Al camionero de Orán que contagió a cuatro o al diputado Chibán que no contagió a nadie?

  • En las últimas 72 horas se ha producido en Salta una situación paradojal, que revela hasta qué punto la mala organización y la pobre eficacia de los controles gubernamentales han penalizado a un diputado provincial, contra quien se ha obrado con exceso de celo, y dejado a su aire a un camionero que terminó contagiando, de momento, a cuatro personas en Orán.
  • Diferentes varas de medir

Quizá lo más curioso de todo es que el camionero no violó ningún protocolo ni fue molestado por la autoridad competente para que guardara cuarentena o aislamiento, sino después de confirmarse su positivo. Al trabajador le bastó para sortear un control policial/sanitario, decir que venía de Pichanal. «Ah, bueno. Entonces pasá nomás changuito», le dijeron.


En cambio, al diputado Chibán, que no venía de ningún lado y no tenía que sortear ningún control policial/sanitario, le sacaron los colores y le pidieron hasta el certificado de séptimo grado por haber compartido por espacio de 54 segundos con su hijo -que tampoco está enfermo- dentro de un coche, al que por cierto se subió por indicación expresa de la Policía y de un médico, que luego cambiaron de parecer, conforme lo demuestra un vídeo que es de público conocimiento.

La prensa canalla de Salta no tuvo reparos en disparar contra el diputado Chibán con una ferocidad digna de mejor causa, por un incidente que tranquilamente podía haber pasado desapercibido. Al legislador lo acusaron de «chapeador», solo 72 horas antes que al hermano de la Ministra de Salud Pública -también funcionario del gobierno- le enseñaran la puerta de salida por haber llamado -presuntamente- «negros de mierda» a unos policías que habían interceptado su marcha. Chibán -hay que decirlo- trató respetuosamente a los policías que mantenían retenido a su hijo en el peaje de Aunor por más de ocho horas, con la excusa de la falta de documentación.

La misma prensa evitó calificar de cualquier forma al dueño del frigorífico que proveyó de carne podrida a un hospital porque el gobierno no paga sus facturas. Aunque la carne era para el consumo de los pacientes enfermos, nadie se atrevió a etiquetar al dueño del frigorífico como «enemigo número uno de la salud pública de Salta», como sí se ha hecho con Chibán.

Pero al camionero de Orán que elevó de golpe en un 50% el número de contagios de COVID-19 en Salta, la misma prensa canalla y venal apenas si le han dedicado unas líneas; no muy amables, por cierto, pero bastante pocas.

Al camionero no lo han calificado de «irresponsable», como a Chibán. El diputado tuvo un contacto a distancia por espacio de 54 segundos con una persona sana y el camionero viajó de Buenos Aires a Jujuy (un viaje de no menos de 20 horas) acompañando a una persona que no solamente estaba enferma sino que presuntamente se había saltado la cuarentena.

Esta es la justicia que rige en Salta. Esta es la ecuanimidad que nos hace sentirnos tan orgullosos.

Probablemente, si se llegara a comprobar que el camionero es opositor al gobierno, en las próximas horas veamos que se cargan las tintas contra él. Pero mientras este extremo no se acredite y el hombre siga contagiando allá en Orán -donde le duele menos a los arrogantes capitalinos- todo transcurrirá «de acuerdo con el protocolo».

Mientras tanto, le sigamos pegando a Chibán, a su hijo y a su esposa. Los tratemos como infames traidores a la patria. No importa que no hayan contagiado a nadie, no importa que no hayan utilizado influencias, no importa que se hayan hecho los análisis, no importa que el COE no le haya dicho una palabra sobre su «necesaria» cuarentena, no importa que el hijo maltratado por la policía y los médicos del gobierno sea un destacadísimo profesional que está dejando muy por encima de lo que se merece el nombre de Salta. A ellos hay que darles hasta que caigan.

Al camionero infectado, pues bueno, le podemos dar una oportunidad porque, al fin y al cabo, es pobre.