
Este contraste no es casual. Es producto de una cuidada manipulación informativa.
Todos sabemos de algún modo que la salteña no solamente es una sociedad profundamente desigual, en donde no solo la riqueza sino también las oportunidades están muy mal repartidas, sino que también vivimos en una sociedad dual; es decir, una en la que coexisten dos mundos en uno.
Es verdad que hay un gobierno, un territorio y una bandera comunes, pero las necesidades, el modo de vida, las inquietudes y la educación de uno y otro «mundo» -aislados e incomunicados entre sí- son muy distintas.
El problema ha sido causado por el gobierno, sin lugar a dudas; pero su resolución no solamente es responsabilidad del gobierno sino que compromete e involucra a toda la sociedad.
Por supuesto que está muy bien que en las escuelas pobres se enseñe robótica y que la tecnología se incorpore como un recurso educativo central. Es muy bueno que nuestros estudiantes -incluso los de menores recursos- se interesen por la física nuclear. Ambas cosas están fuera de toda duda.
Lo que hace falta es vincular este aparente progreso con las soluciones a los problemas que la sociedad enfrenta. Si la robótica, la enseñanza tecnológica o los conocimientos sobre energía atómica no se aplican a la superación de la pobreza, la reducción de las desigualdades y la cohesión de la sociedad, parece claro que solo ayudarán a hacer de Salta una sociedad mucho más dual de lo que ya es.
Es decir que mientras profundizamos estas estrategias educativas, aunque las hagamos más «inclusivas», en la medida en que solo nos propongamos alcanzar la modernidad y no fomentemos el que los conocimientos de vanguardia nos sirvan para resolver los problemas más graves que arrastramos desde épocas pretecnológicas (como la pobreza estructural, la falta de agua y de instalaciones sanitarias, o la deficiente comunicación entre territorios poblados), lo único que conseguiremos será ahondar el abismo que separa a los dos mundos y que favorece que Salta siga siendo, y lo sea cada vez más, una sociedad de contrastes, presa fácil del populismo y la demagogia.
Dicho en otros términos; no puede haber robótica en las escuelas y faltar agua limpia en las casas. Es trabajo del gobierno conseguir que las dos cosas fluyan de una forma equilibrada y provechosa. Y es deber de la sociedad elegir, cuando los dos recursos se nos ofrecen como bienes escasos. De otro modo, solo conseguiremos que en los hogares pobres hayan robots muy bonitos y eficientes pero que sus dueños se vean obligados a beber todas las bacterias que contiene el agua de los charcos.
Por eso es que hay que destacar aquí el esfuerzo de los estudiantes salteños premiados por Samsung que han diseñado un generador de energía solar y eólica, pero no para mostrarlo en una feria de ciencia, sino para que funcione efectivamente en una escuela de Embarcación. A la educación para la ciudadanía habría que añadirle otra asignatura que se llamara «educación para la cohesión social».
Quizá así consigamos que en el futuro los ranchos más pobres de Salta tengan robots, pero también agua sana para beber, cocinar y lavarse.