
No siempre ha sido así, pero en los últimos años se ha multiplicado de forma significativa la cantidad de salteños que visitan Europa y que vuelven maravillados de lo que han visto y experimentado en este continente.
Con independencia de los vaivenes del tipo de cambio y de los diferentes niveles de cultura personal, a la mayoría de los salteños que se aventuran por estas tierras les suele llamar la atención algunas cosas que aquí parecen muy corrientes o muy simples; además, por supuesto, de aquellas que ya de por sí son notables y grandiosas.
Pero, o bien la cantidad de salteños que visita el viejo continente es todavía poco significativa o bien quienes vienen por aquí sufren luego una especie de súbita laguna mental cuando el avión que los lleva de regreso hace su último contacto con el control aéreo de Dakar, hasta el punto que cuando llegan a destino son absolutamente incapaces de influir en las autoridades locales para que organicen algunas cosas simples del modo en que los europeos lo hacen.
No todo es digno de imitar en Europa, por supuesto. Pasan aquí también cosas horribles y en algunos lugares viven personas que distan mucho de ser ejemplares, en todo sentido. Que haya cosas buenas en Europa no quiere decir que en Salta no las haya también. Tampoco que los europeos sean mejores que nosotros.
Lo que intento decir, para que nadie se sienta ofendido, es que, a la hora de adoptar ciertas decisiones, de hacer ciertos cambios y de poner en práctica algunas mejoras, los salteños tenemos la tendencia a imitar los ejemplos equivocados y a confundir las soluciones con los problemas.
Hay tres cosas que me han llamado la atención en los últimos meses:
1) La decisión de restringir o eliminar el transporte público del centro de la ciudad de Salta, cuando en las principales ciudades europeas está sucediendo todo lo contrario.
2) La obstinación de las autoridades salteños en obligar a los supermercados a facilitar a sus clientes bolsas de plástico gratuitas, cuando en Europa se cobra por ellas para desalentar su uso, o directamente se han eliminado.
3) La obligación de que todos los usuarios del transporte público salteño lleven consigo una tarjeta nominativa, cuando en Europa, en general, coinciden sin problemas los títulos nominativos con los no personales y cualquiera puede utilizar el transporte público sin mayores problemas.
La circulación rodada en el centro de la ciudad
A pesar del enorme crecimiento del número de vehículos en las calles (incluidas las motos, que queman combustibles fósiles) en Salta no existe, ni a nivel gubernamental ni a nivel social, una preocupación seria por la calidad del aire. Ignoro si hay mediciones oficiales sobre el aire que respiran los salteños. Si las hubiera, solo las conocen quienes las efectúan, pero no los ciudadanos, que son los principales interesados.La contaminación urbana es una de las principales razones -desde luego, no la única- para reducir el tráfico rodado en las ciudades. También hay otras, como la reducción del ruido, la preservación de los edificios y monumentos, la seguridad de los desplazamientos o, en general, la movilidad sostenible.
Hoy en día casi todas las grandes ciudades europeas tienen planes para reducir el tráfico. Algunas de ellas -como Oslo, por ejemplo- ya han anunciado su intención de lograr un centro urbano completamente libre de tráfico de vehículos particulares. Otras han apostado por combinar formas alternativas de transporte al coche, con una circulación reducida de automóviles.
Los casos más significativos, además del ya mencionado, son los de Friburgo, Bologna, Pontevedra, Bremen o Amsterdam.
En Salta, por el contrario, se ha expulsado al transporte público del centro de la ciudad, en beneficio del coche particular. Ninguna línea de colectivo circula por la Plaza 9 de Julio. En cambio, sí pueden hacerlo los vehículos particulares. ¿Por qué?
En Salta no hay coches eléctricos de alquiler, no hay car-sharing, no hay espacios adecuados para la circulación o el estacionamiento de bicicletas, no hay aparcamientos disuasorios, y, en general, no hay estrategias de movilidad alternativa al uso masivo del vehículo particular.
En algunas avenidas importantes de Salta hay carriles selectivos para facilitar el desplazamiento de los coches particulares. En Europa los carriles selectivos son para el transporte público (taxis y autobuses).
El uso de transporte público sigue siendo en Salta una especie de estigma social, así como el uso del vehículo particular una forma de marcar las diferencias sociales.
Las bolsas de plástico
Las razones por las que la legislación europea y española limitan el consumo de bolsas de plástico están ligadas al medio ambiente, pero también a la utilización práctica de este producto.La fabricación de bolsas plásticas requiere del empleo de derivados del petróleo, por lo que su impacto en el medio ambiente es doble: por un lado, está relacionado con el proceso de su fabricación y, por el otro, con el hecho de que muy pronto estas bolsas se convierten en residuos altamente contaminantes.
Los estudios han demostrado que las bolsas de plástico son un producto cuya media de uso no llega al cuarto de hora y que, en cambio, tarda años en desaparecer del medio ambiente. Además, su reciclaje es muy limitado (en torno al 10% del total). Las bolsas que no se reaprovechan acaban en vertederos, en los océanos o en el estómago de la fauna, vía por la que llegan de nuevo a nuestra cadena alimentaria.
En Salta, en vez de prohibirlas o de disuadir su uso mediante el cobro de una cantidad a cambio de ellas, se obliga a los supermercados a proporcionar bolsas de plástico gratuitas a sus clientes, y en cantidad suficiente.
Lo que no se entiende muy bien es por qué se obliga a entregar bolsas de plástico gratis y al mismo tiempo las autoridades se exhiben plantando árboles en los parques para «mitigar» los efectos del cambio climático. Es completamente contradictorio.
Las razones de esta decisión tampoco están muy claras, pero en general parecen estar vinculadas con una especie de ánimo vindicativo contra las grandes superficies comerciales. Es decir, con una especie de castigo al capitalismo multinacional, que no tiene en cuenta el enorme impacto medioambiental que provoca.
El título de transporte único
Se pretende que en Salta todo mundo tenga una tarjeta de transporte público emitida a su nombre. Y que nadie pueda viajar en colectivo sin estar en posesión de esta tarjeta. Pero nos encontramos ante una forma de control social intolerable. Habrá siempre una cantidad respetable de ciudadanos que por nada del mundo deseen entregar sus datos personales al gobierno.En resumen, lo que pretende el gobierno provincial es que exista un título de transporte único, y no una pluralidad flexible de títulos válidos, como desde hace tiempo existe en otros países.
En algunos lugares como la Comunidad de Madrid, los usuarios del transporte público pueden acceder a una amplia variedad de títulos que se adaptan a las diferentes necesidades, dependiendo del número de viajes, las zonas de desplazamiento, los medios de transporte utilizados o la situación personal de usuario.
Además de los billetes y abonos, que se siguen comercializando, existe también una variedad de tarjetas (el abono joven, la tarjeta personal, la tarjeta multi, la tarjeta infantil, la tarjeta bus+bus, la tarjeta turística o la tarjeta azul).
Con una tarjeta multi de recarga, cualquier usuario puede pagar el viaje de acompañantes que compartan el mismo recorrido, ya que este tipo de tarjeta puede ser utilizada por diferentes personas y para viajes distintos.
Un problema como el planteado en Salta con la exigencia de un título único para todos los usuarios, que impide en teoría pagar el viaje de acompañantes que realicen otro recorrido, se podría solucionar fácilmente mediante la emisión física, a bordo de la misma unidad, de un título impreso para el acompañante, que debería ser solicitado al conductor o, en su caso, emitido bajo demanda por una máquina expendedora automática. El acompañante conservará este título hasta el final de su trayecto, como prueba de que alguien lo ha comprado por él.
En resumen
Advertirá el lector que no hablamos de democracia, de libertades, de orden público, de derechos cívicos, de limpieza en las ciudades ni de cosas de importancia semejante.Hablamos de problemas menores cuya pervivencia los convierte en asuntos delicados y que en Salta están siendo resueltos a contramano del mundo civilizado.
No es necesario una revolución cultural para dar a cualquiera de estos tres problemas una solución razonablemente práctica y efectiva, como lo demuestra la experiencia de otros países.
El hecho de que nos empeñemos en perseverar en el error, dando a los problemas soluciones extravagantes o contrarias al sentido común, debiera preocuparnos seriamente.