Me cago en Saeta

  • Un diario de Salta ha calificado de «ataque» la ocasional defecación de un ciudadano en una terminal de Saeta, como si los salteños estuviésemos inmersos en una especie de guerra escatológica y nos deleitáramos con tocar las narices del enemigo dejándole nuestros excrementos en sus principales instalaciones.
  • La moral pública, en apuros

Mucho más peligroso para la salud pública y para la moral de la población es que el ministro del gobierno que tiene el deber de cuidar que las personas no enfermen se siente a firmar un acuerdo con una multinacional que se dedica a inundar de tabaco tres cuartas partes del mundo, que el que un ciudadano haya hecho caca en un terminal de recarga de Saeta.


Sin embargo, como no está al alcance de muchos comparar la moralidad de ambas acciones, el diario local ha puesto el grito en el cielo por un par de cerotitos en la cabina de recarga y no por el convenio firmado por el ministro.

Es más; el diario ha calificado a la cagada de «ataque», como si los salteños estuviésemos inmersos en una especie de guerra escatológica y nos deleitáramos con tocar las narices del enemigo dejándole nuestros excrementos en sus principales instalaciones.

La misma crónica llama «inescrupuloso» al hombre al que le vino el inesperado apretón en la cabina, pero la realidad es que hacer la caca en situaciones de combate como la descrita no tiene nada que ver con la falta de escrúpulos y sí mucho con la imprevisibilidad de la fisiología humana.

Desde este punto de vista se podría decir que quien redactó la crónica (probablemente una dama) es una persona «escrupulosa» en demasía, pero no por razones morales sino por la otra acepción del Diccionario que dice que escrúpulo es «aprensión, asco hacia algo, especialmente hacia algún alimento».

En este caso, es más que obvio que quien ha visto un ataque mayor a las buenas costumbres de los salteños en la defecación pública y no en el convenio del cannabis medicinal con la tabacalera canadiense siente un profundo asco por las heces humanas, que no sean las propias, por supuesto.

Pero como el idioma nos tiene guardadas muchas sorpresas, caemos en cuenta también de que «escrúpulo» es una «medida de peso antigua, utilizada en farmacia y equivalente a 24 granos, o sea, 1198 mg». De allí que si la asquerosienta cronista se tomó el trabajo de pesar la caquita del transeúnte y comprobó que la misma no llegaba a los 24 granos o a los 1198 mg, no haya dudado en calificar al hombre de «inescrupuloso», aunque para utilizar bien los prefijos lo que correspondía en tal caso era calificarlo de «subescrupuloso».

Sinceramente, cagar no es tan «terrible», como dice el diario. Es una conducta incivil cuando la acción se realiza en un espacio poco adecuado como una terminal de recarga, aunque el hombre la haya confundido con una terminal de descarga.

Cosas mucho más graves suceden en Salta y ya nos gustaría que el mismo diario que se escandaliza por esta nimiedad pusiera también el grito en el cielo cuando el Gobernador de la Provincia se manda a mudar en el avión oficial y presuntamente hace la caca en él a 30.000 pies de altura, con el riesgo de que sus heces terminen abonando algún campo de la Provincia de Santiago del Estero.

Comprendemos que cosas como esta no se publiquen en el matutino independiente, puesto que ya no es noticia para nadie que el Gobernador nos vive cagando desde las alturas. Esto sí es normal. Cagarse en Saeta y a ras del suelo, no.