
El gobierno provincial de Salta ha difundido ayer la información de que un grupo de gauchos de esta Provincia, agrupados en la denominada Comisión Provincial del Bicentenario (organismo público pagado por todos los ciudadanos) se ha plantado en la ciudad de Santiago del Estero, a donde ha desembarcado gracias a un programa de esta comisión denominado «Güemes recorre la Patria».
Evidentemente, no es Güemes quien la recorre sino un grupo de gauchos que se creen Güemes. Pero unos gauchos muy poco democráticos y escasamente tolerantes con la diversidad cultural y la variedad de los enfoques históricos, como se desprende de la misma información difundida ayer a los medios por el gobierno.
Esta información dice que los gauchos salteños se constituyeron en la sede de la Gendarmería Nacional de Santiago del Estero, en donde se procedió a una entrega de libros «considerados de lectura obligatoria» [sic].
¡Atención! La información oficial del gobierno no dice «de lectura obligada» (fórmula que se suele emplear para referirse a un must read; es decir, a una recomendación irresistible) sino «de lectura obligatoria», que no es lo mismo.
La entrega de los libros obligatorios a los gendarmes fue concretada (o perpetrada, para mejor decir) por el jefe gaucho y férreo aliado del gobernador Urtubey, señor Carlos Diez San Millán, anterior presidente de la Agrupación Tradicionalista que lleva el nombre del prócer salteño.
Por supuesto, la información oficial nada dice acerca de que la obligatoriedad de la lectura de los libros por los gendarmes (agentes del Estado) haya sido consagrada en alguna ley de la Nación votada por la representación popular. Tampoco hay en el desarrollo de la información ninguna justificación ética o jurídica para esta obligación mussoliniana que consiste en que unos trabajadores que están al servicio del Estado y de los ciudadanos se lean por la fuerza la historia de Bernardo Frías sobre Martín Miguel de Güemes.
Cualquiera que haya profundizado un poco en la compleja personalidad de Güemes (y lo haya hecho libremente -es decir, sin la compulsión del Estado o de un grupo de gauchos-); y más todavía, quien haya conocido a ese gran estudioso y hombre austero que fue Bernardo Frías, sabe perfectamente y podría asegurar a cualquiera que ninguno de los dos, de estar vivos, habría aprobado el que su libro o la historia de su gesta sean impuestos de forma obligatoria a ninguna persona. Tanto Güemes como Frías eran respetuosos de la libertad.
No piensan así, por supuesto, los gauchos oficialistas de Salta y, en especial, el señor Diez San Millán, quien durante el acto frente a los gendarmes les ha dicho: «Seguimos trabajando en todo el país en la difusión de la gesta histórica como lo pidió el gobernador Juan Manuel Urtubey». ¿Es que Urtubey les ha pedido a estos gauchos que impongan como obligatorio el libro de Frías a los gendarmes? Solo un gobernador totalitario podría hacer una cosa como esa; por lo que es más práctico, a todos los efectos, pensar que lo de la obligatoriedad de lectura (la cultura oficial compulsiva) salió de la frondosa imaginación gaucha del señor Diez San Millán y no es producto de la voluntad de un hombre que aspira a presidir el país.
Aun peor que todo esto es enterarse de que los libros que generosamente reparte el gaucho Diez San Millán mientras «recorre la Patria» han sido recibido por escuelas. ¿Se debe suponer que los alumnos de estas escuelas también deben leer obligatoriamente el libro de Frías?
Si una sentencia judicial prohíbe hacer de la Novena del Milagro un libro obligatorio, ¿qué razones justifican imponer por la fuerza la lectura de un libro de Güemes?
Quizá es que con los gauchos a sueldo del Estado hayan vuelto los tiempos del luto obligatorio y de La razón de mi vida entonada con fervor en las aulas de la escuela primaria, y los ciudadanos no nos hemos enterado debidamente.