
La contribución del folklore y la poesía popular carnavalera a la santidad de la cuaresma ha sido históricamente bastante pobre. Al menos en Salta, en donde el Miércoles de Ceniza -primer día de la Cuaresma en los calendarios litúrgicos católico y anglicano, como así también de diversas religiones protestantes- se asocia con la lujuriosa pareja que retrató Abel Mónico Saravia en la zamba La Cerrillana.
Este año, para más inri (y nunca mejor dicho), el primer día de los cuarenta que preceden al Domingo de Ramos coincide con la celebración de los enamorados, una festividad en la que habitualmente las parejas -algunas, no todas- suelen regalarse juguetes sexuales.
Aunque la industria panadera no lo ha reivindicado aún, el Miércoles de Ceniza se asocia también con la harina; al menos con la que cubría el cuerpo caliente del gaucho y de su pareja femenina, después de que ambos se hubieran sometido a los salvajes juegos del carnaval.
De algún modo, el día religioso se ha convertido también en una celebración de exaltación de los caballos, a raíz de la poética evocación de las «ancas de mi zaino», una especie de Uber folklórico de la época en que Mónico Saravia batía el parche de su caja entre vapores de albahaca en las carpas de Cerrillos.
Según una portavoza no oficial del Colegio de Psicólogos de Salta, es el zaino del gaucho el auténtico protagonista del Miércoles de Ceniza, pues el animal es aludido en la zamba como «el vehículo del pecado». En la actualidad, las parejas enamoradas deberían desplazarse en motocargas.
Se debe recordar que, según la religión representada por el ilustre Arzobispo de Salta, el gaucho montado y su pareja cerrillana no incurrieron en pecado mortal por haber yacido en el rancho del primero al clarear el Miércoles de Ceniza. Un portavozo de la Curia Metropolitana recuerda que el gaucho y la cerrillana no estaban casados, por lo que su deber de abstinencia no deriva de la Cuaresma sino de la prohibición absoluta de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio.
El mismo laico ha aclarado que llevar las polleras yutas no es pecado en sí mismo, pero sí lo es olvidarse de su tata. A su juicio, la cerrillana no debió ceder a los encantos del gaucho y, cuando estaba amaneciendo, su deber era volver al rancho de su tata y no internarse en el de su ocasional amante.
Aún no se ha confirmado, pero el Arzobispo tendría ahora mismo sobre la mesa un proyecto de resolución eclesiástico por el cual un sacerdote periférico distribuirá indulgencias plenarias en el acceso de la calle Lola Mora del Centro Cívico Municipal a aquellos enamorados que asistan al autocine, siempre y cuando aporten para los inundados un kilo de lentejas o de arroz y entreguen -para su destrucción mediante procedimientos químicos- un disco (o cassette) de La Cerrillana. Por razones que no se han dado a conocer, no se admitirán ni pendrives ni iPods.
Después de la última razzia de caballos practicada por la autoridad municipal y gracias a una cierta modernización del transporte, los pecadores carnavaleros del Miércoles de Ceniza ya no se movilizarán a la grupa de las bestias, sino que utilizarán remises y motos de 125 cc de cilindrada. Ahora bien, los ranchos siguen siendo los mismos, después de 45 años.