
El Milagro profundo de Salta asoma a la superficie. Lo que ya es un secreto a voces (que la Municipalidad hace mejor las cosas que el gobierno de la Provincia) se ha puesto de manifiesto hoy con singular nitidez a raíz de la insólita revelación de la existencia de una gatería de cuarenta felinos silvestres en el Hospital del Milagro, alimentados por empleados del propio centro sanitario
En pleno tiempo del Milagro, el misterio de la fe parece tener una diferente lectura según se trate del Hospital del Milagro o del Santuario del Milagro, ubicados a pocas cuadras una del otro.
En el Santuario, y con el objeto de permitir un tranquilo desarrolo de las actividades milagreras, la Municipalidad de Salta, con buen criterio, procedió a retirar a 13 perros callejeros que encontraron asilo en el acogedor refugio canino municipal.
En el Hospital, sin embargo, el Ministerio de Salud Pública no ha tomado una medida similar con el casi medio centenar de gatos silvestres que viven en la institución, los que, al parecer, han sido cariñosamente adoptados por el personal sanitario (tercerizado y no tercerizado), que incluso ha llegado a bautizar a los animalitos con los tiernos nombres de Pecoso, Nina, Solcito, Catalina, Lionel, Bella, Candela, Campanita y Timoteo.
El auténtico milagro en este caso, es que los felinos no hayan provocado aún una epidemia zoonótica de proporciones mayores.
Alguien, al parecer por las bravas, se tomó la asepsia intrahospitalaria en sus propias manos y planeó una diabólica «solución final» para los michis, que por el momento acabó con veinte de ellos. Si bien se sospecha que el autor del felinicidio pudo haber tomado prestadas algunas ideas de un exconcejal (famoso por su adhesión ideológica a los exterminios), al parecer no calculó bien la dosis del lenitivo y dejó a los gatos horriblemente planchados, como se puede apreciar en las desgarradoras fotografías que publican los diarios.
Así pues, mientras una acertada decisión municipal permite hoy que 13 perros (vacunados, desparasitados, perfumados, peinados y coquetamente castrados) esperen plácidamente un hogar de adopción, la ceguera hospitalaria (dispensable en todo caso por no haber allí un servicio de Oftalmología) ha condenado a muerte a 20 gatos; a otros 20 los ha condenado a reproducirse según manda Diosito; y a un número indeterminado de pacientes afectados de graves patologías y portadores de dispositivos invasivos, los ha condenado al riesgo de contraer las más terribles infecciones.
Como dice el gaucho, si hay Milagro, que se note.