Humillar a los supermercados, una práctica común en Salta

  • La autora de estas líneas propone una campaña para rechazar las bolsas gratuitas que ofrecen los supermercados, como forma de protestar contra la norma abusiva y dañina para el medio ambiente que obliga a entregarlas gratuitamente. Dice que así como hay una ordenanza que obliga a los supermercados a entregarlas gratuitamente a sus clientes, no hay ninguna que obligue a los compradores a aceptarlas. Propone que estos lleven sus propias bolsas reutilizables.
  • Campaña contra el absurdo
Obligar a los supermercados a entregar a sus clientes de forma gratuita bolsas de plástico para que se lleven su compra no es de ningún modo congruente con la tutela del medio ambiente. La defensa del consumidor no puede colocarse jamás por encima del derecho a disfrutar de un medio ambiente sano y equilibrado.

Esta obligación ha sido establecida en Salta no con otro objeto que el de humillar a los supermercados, de bajarles el copete, de hacerles agachar la cabeza y de intentar que paguen un precio, bien por el origen foráneo de su capital, bien por su posición exorbitante en el mercado, bien por su forma de gestionar las relaciones de trabajo con sus empleados, o por las tres cosas.

En Salta es el supermercado la cara visible del capitalismo y es a quien hay que darle todos los palos posibles; en nombre de la soberanía y la autosuficiencia nacional, en nombre del anticapitalismo o en nombre de la supremacía de la clase trabajadora, según sea de qué lado sople el viento.

Quizá en Salta las cosas funcionen un poco diferente, pero en buena parte de los países del mundo que padecieron de forma intensa la profunda crisis económica que se declaró hace nueve años, fueron los supermercados (sí, esos mismos explotadores que -dicen- se llevan lo poco que ganan los trabajadores de Salta) los que ayudaron a los trabajadores y a las familias más pobres a sobrellevar la crisis. Hay abundantísima evidencia empírica de ello.

Castigarlos en Salta, simplemente por lo que ellos representan, por su forma de organizar el trabajo, o por considerar superficialmente que hacen dinero muy fácilmente y de modo injusto, no parece tener mucho sentido. Ayudarlos tampoco lo tendría, a menos que los supermercados que actualmente funcionan en Salta demuestren que son capaces de dar un buen servicio a quienes más lo necesitan, sin abusar del prójimo y sin chuparle la sangre a nadie.

Salteños cómodos

Salir a la calle con la intención de comprar y no llevar consigo bolsas, ni carros, ni recipientes es de una comodidad injustificable e imperdonable; una mala costumbre propia de personas mal enseñadas y peor aprendidas. No podemos hacer que los supermercados nos regalen la comodidad de comprar, más allá de lo que es razonable. Lo que les cuesta a los supermercados la molicie de algunos salteños exigentes, luego lo pagamos todos en el precio de los alimentos.

Es verdad que es incómodo y hasta «poco fashion» andar por la calle con bolsas vacías, pero esto es precisamente lo que hace la mayoría de la gente normal en aquellos países en donde los supermercados -y hasta los pequeños comercios- han dejado de dar bolsas de plástico gratis. A nadie se le caen los anillos por llevar una bolsa (o varias) plegada en el bolsillo trasero o en las carteras femeninas.

Si tanta exquisitez demostramos con las bolsas de supermercado, ¿por qué no obligamos también a los choferes de colectivo a que paren donde les corresponde y a que aproximen el vehículo que conducen al cordón de la vereda para que los usuarios no tengan que aventurarse bajando a la calle? Precisamente eso es lo que hacen los conductores de autobuses europeos, en su gran mayoría.

Si queremos ser coherentes con la defensa y el cuidado del medio ambiente, tenemos que decirle que no a los supermercados que nos ofrecen bolsas gratuitas, solo porque una ordenanza municipal les obliga a ellos. Debemos recordar que no existe ninguna norma que obligue a los consumidores a aceptarlas y, menos aún, una ordenanza que prohiba llevar bolsas reutilizables desde la casa.

Frente a la ignorancia de quienes obligan a hacer algo que nos perjudica a todos, frente a la xenofobia, complejos sociales, celos económicos o prejuicios ideológicos de esos seres absurdos que piensan que los supermercados son enemigos a batir y que destruyéndolos afirmaremos mejor nuestra «soberanía», lo mejor que se puede hacer es demostrar mayor responsabilidad y no usar de ningún modo las bolsas de plástico de los supermercados, aunque nos den dinero encima para hacerlo.

Es más: sería muy bueno que los consumidores se hicieran un selfie al momento de rechazar las bolsas gratuitas y lo publicaran en Twitter acompañado del hashtag #YoSíCuidoElMedioAmbiente.

O intentamos que los supermercados se conviertan en nuestros aliados en la lucha contra la pobreza y les permitimos ganar dinero honradamente, o en el futuro seremos unos pobres recontra orgullosos de ser pobres por tener supermercados del tercer mundo.