Salta en el 'top three' de las inversiones, pero las adolescentes se caen al pozo ciego

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En Salta se pueden hacer negocios fantásticos. Pocas dudas hay en torno a ello. Los éxitos se cuentan por decenas; y no de ahora sino desde hace bastante tiempo. Si no, que se lo pregunten a los dos últimos gobernadores de la Provincia, que han experimentado un crecimiento patrimonial apreciable, forjado en base a negocios privados y empresas familiares, la una más próspera que la otra.

Los negocios se multiplican y atraen, lógicamente, a capitales forasteros, que buscan aquí reeditar «modelos de éxito». La receta es una sola: arrimarse al poder. No solo para copiar el know how o para hacer benchmarking de los negocios privados de los jeques locales, sino para acelerar el tiempo de retorno de la inversión. Dicho en otros términos, que muchos inversionistas llegan a Salta con la idea de hacerse ricos aquí en la mitad del tiempo que les tomaría hacer lo mismo en otros lugares.

¡Quién no querría invertir en Salta si la tasa de trabajo no registrado (trabajo clandestino, en negro) es la más alta del país! Solo a los poco y mal informados se les ocurriría ir a montar empresas en provincias en donde el Gobernador no tiene la lapicera presta a firmar exenciones impositivas virtualmente eternas, a conceder subsidios directos o a regalar terrenos fiscales. Como decía un empresario del «rubro» de los colchones: «De todo lo que viene de arriba, a lo único que le digo que no es al rayo».

Salta es un paraíso para las inversiones oportunistas no solo porque los beneficios de las empresas no se distribuyen a través del empleo (un 80 por cien de los que trabajan a cambio de un salario fijo en Salta son pobres o muy pobres), sino tampoco a través del sistema fiscal. Y no hay muchas más formas de repartir la riqueza que se produce.

De vez en cuando se inauguran hoteles fastuosos, lo cual habla muy bien de la estupenda salud de nuestro turismo. No está mal que se abran hoteles de gran lujo, pero mejor estaría, sin dudas, que los que acuden a las escuelas públicas tengan mejores edificios, mejores maestros, mejores recursos para aprender. También estaría bueno que junto a los modernísimos pubs y mineras faraónicas hubiera hospitales bien equipados, médicos suficientes y una red de centros de salud que no recuerde tanto a la de Sierra Leona.

Si en Salta las inversiones fuesen en serio; es decir, si crearan empleo en cantidad suficiente, si se pagaran salarios aceptables, se contribuyera como corresponde a las arcas de la seguridad social y se pagaran impuestos justos y progresivos, la consecuencia inmediata sería una reducción de la precariedad laboral y una recuperación (a mejor) de los indicadores que miden la pobreza.

No quiero hablar de «caída», porque para hablar de cosas como esas forzosamente hay que dirigir la mirada a Tartagal en donde a una joven mujer embarazada se la tragó un pozo ciego cuando estaba haciendo sus necesidades en un baño cuya precariedad es incluso mayor que la de muchos retretes de la India.

¿No hay cloacas en la segunda ciudad de la Provincia? Parece que no, pero cuando hay que sacar el pecho por el «gran progreso» que en estos años ha experimentado la indómita Tartagal, ahí está Zottos el primero. Incluso en palcos decorados de rosa.

No todo el mundo en Salta desaloja el vientre directamente en un pozo ciego, pero que haya una sola persona condenada a vivir su fisiología en condiciones tan extremas nos está diciendo una sola cosa: Que podrán venir todas las inversiones del mundo (Zara, Ikea, H&M, Starbucks, HSBC, Burger King, Apple y Tesla, todos juntos y bien revueltos), que mientras en Salta siga reinando la informalidad laboral y la parte del león se la sigan llevando los «inversores», aquí se va a seguir cayendo la gente a los pozos ciegos.

Antes de invitar gente a que venga a montar negocios en Salta, ¿no será conveniente instalar cloacas y baños decentes? Es solo una idea. Quizá al inversor no le interese otra cosa que levantar carretillas de dinero. Y eso en Salta, créanme, es bastante fácil; según parece. Lo difícil es lo otro.