
Después del sonoro portazo del Intendente Municipal de Salta a los carreros, motivado por el desfile ilegal que estos protagonizaron el pasado miércoles frente al Monumento a Güemes y la posterior agresión perpetrada contra un grupo de mujeres pertenecientes a organizaciones protectoras de animales, a los carreros le quedaban muy pocos timbres para tocar.
Uno de ellos, el del siempre bien dispuesto Arzobispo de Salta, que los recibió con una generosa sonrisa, pocas horas después de que el papa Francisco, en una declaración histórica, afirmara con palabras muy claras, que la mujer ocupa un destacado lugar en la sociedad.
La decisión del Arzobispo de recibir a los carreros, sin exigirles explicaciones acerca de los sucesos que afectaron gravemente a mujeres que se manifestaban pacíficamente, puede ser interpretada como un aval implícito a los agresores, aunque aún no han dicho nada al respecto ni las animalistas agredidas ni las organizaciones que las representan.
Poco pareció importarle a Mario Cargnello que el intendente Gustavo Sáenz calificara a los carreros como inadaptados y patoteros y ratificara con inusual dureza que la actividad que desarrollan se encuentra fuera de la ley. En nombre de la «fuente de trabajo» y del «pan en nuestras mesas», los carreros encontraron en Cargnello una vía divina para intentar enroscarle nuevamente la víbora al poder municipal y seguir bloqueando sus decisiones.
Según relata el diario El Tribuno de Salta, uno de los asistentes a la reunión fue el exdiputado provincial Oscar Villa, quien acudió al encuentro como representante de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular. El diario salteño recoge declaraciones de Villa que afirma sentirse esperanzado al «poder establecer canales de diálogo a través del monseñor».
En otro pasaje bastante peculiar del relato se dice que Villa vio como muy positivo que la «autoridad eclesiasta» (sic) no haga oídos sordos a los problemas del sector, como si tal autoridad (nos referimos a la «eclesiástica») tuviera alguna competencia terrenal en la materia, o como si tal autoridad fuese superior a la de las instituciones del Estado que han elaborado las ordenanzas que prohiben rigurosamente la circulación de carros de tracción animal por las calles del Municipio de Salta.
Ni de la crónica de El Tribuno ni de la actitud de los asistentes a la reunión puede deducirse que los carreros y el Arzobispo abordaron conjuntamente la posibilidad de que en la próxima procesión del Milagro desfilen los carreros junto a los gauchos de Güemes, como algunos habían especulado.