
Se trata de una ley no escrita (teléfono para el diputado Kosiner) en la que ayer se ha amparado la influyente corporación de carreros de Salta, que desde hace años viene luchando por su dignidad contra los que pretenden que sus matungos desfilen en la versión satírica de los corsos y no en las celebraciones serias de nuestra más prístina institucionalidad.
En una demostración de fuerza que no tiene nada que envidiarle a las concentraciones masivas del III Reich, un millar de carreros y carreras se dieron cita en el Monumento a Güemes, que solo veinticuatro horas antes había servido como escenario para un inédito «tetazo», que culminó con un estallido de indignación popular en reclamo de «mejores chichis».
El inmóvil general, que se banca todo, presenció impávido el inusual despliegue reivindicativo de los carreros, así como la contestación, parcialmente frustrada, de unas así llamadas «proteccionistas», que fueron molidas a palos, según ellas, por los enfurecidos carreros.
Pero las primeras indignadas fueron estas mujeres por considerar que se les ha colgado injustamente la etiqueta de «proteccionistas». «Proteccionista es Donald Trump; nosotros somos defensoras de los derechos de los animales», bramaron.
Ante esta postura radical se alzaron los carreros y carreras blandiendo un ejemplar de la Constitución, porque según ellos (y ellas) la norma pone por delante el derecho a trabajar y el de «llevar pan a sus mesas». Lo mismo decía el insigne Pablo Escobar Gaviria para justificar sus fechorías, pero a él le hicieron mucho menos caso.
La realidad es que los carreros -cuya actividad ha sido ilegalizada mil veces por el Concejo Deliberante y novecientos noventa y nueve veces tolerada por el poder- se amparan ahora en Güemes, de quien se dicen devotos seguidores y fieles herederos. «Aquí están los verdaderos gauchos», clamaban a grito pelado mientras abollaban la mollera de una embarazada que protestaba contra la tracción animal.
Si son o no verdaderos gauchos ese no es el problema. Las complicaciones serias comenzarán a aparecer cuando los carreros exhiban su certificado de bautismo y pretendan desfilar detrás de la imagen de la Virgen del Milagro, pues cristianos como ellos los hay pocos por estas latitudes. El Arzobispo tendrá que emplearse a fondo para hacer valer su autoridad frente al creciente poder que acumulan Fredy Flores y sus carreros, que es inversamente proporcional al estado nutricional y sanitario de sus caballos.