
Habría que recordar que alguna de ellas (probablemente una mayor de edad) reconoció en su declaración que su modo de vida era precisamente ese: el de recibir «regalos» a cambio de su presencia en fiestas y, eventualmente, a cambio de prestaciones sexuales.
Pero lo importante aquí es que quien pide o recibe dinero para callar, cuando habla, (cuando se decide a «cantar»), no lo hace gratis, sino generalmente a cambio de algo. No tendría sentido romper el pacto de silencio a menos que sobre la mesa aparezca una cantidad más tentadora.
Si esto fuese así -como mucha gente presume- correspondería preguntarse no solo cuánto cobraron o qué regalos recibieron las chicas a cambio de denunciar a Chicho. Y lo que es más importante todavía: quién pagó esas cantidades o hizo esos regalos y de dónde salió el dinero.
Después de las declaraciones de la feminista, en las que admite que su misión original en El Bordo era llevar a cabo un «chichicidio civil», no sería muy extraño descubrir que las nymphettes de Chicho fueron convencidas de denunciar al exintendente, con argumentos, con choripanes o con cheques salidos de un presupuesto público.
El razonamiento es muy simple: ninguna menor de edad que participa en una fiesta de estas características se decide a denunciar sin antes haber hablado con un adulto.
Y si el delito por el que están acusados Chicho y los remiseros (el descrito en el artículo 125 del código penal, que por cierto, no define de modo alguno qué debe entenderse por corrupción de menores) prevé en su tipo agravado que el agente utilice engaño, violencia, amenaza, abuso de autoridad o cualquier otro medio de intimidación o coerción contra la víctima para corromperla, correspondería preguntarse si no están incursos en la misma conducta criminal aquellos (o aquellas) que utilizando presiones o valiéndose de un cargo con autoridad o mediante promesa de entrega de dinero han convencido a las jovencitas para que denuncien a Chicho.
O juzgamos y castigamos todas las corrupciones, de forma ecuánime, sin importar si llevan finalidad sexual o no, o aquí no juzgamos a nadie.