Las razones de la suspensión de un homenaje a San Martín

Si un terremoto sacudiera a la ciudad de Salta la misma noche del 16 de junio, los homenajes a Martín Miguel de Güemes, programados para esa noche y el día posterior, se realizarían lo mismo, entre réplicas sísmicas y letanías religiosas. Los gauchos rezarían la Novena de reojo mientras desfilan a caballo hacia la gloria, aunque tuvieran que hacerlo sobre las grietas abiertas a los pies de sus aterrorizadas cabalgaduras.

Pero si se trata de José de San Martín, del Libertador de América, un simple soplido de viento puede anular el homenaje a su memoria. Al menos esta es la tendencia en Salta, en donde la gente más lista ya ha captado la onda y se ha dado cuenta que el ilustre militar fallecido cerca de Pas de Calais solo disfruta de un triste «feriado móvil», cosa que no sucede con el barbudo, enjundioso y linajudo general salteño.

Como el feriado de San Martín es de juguete (no en vano a veces coincide con los festejos del Día del Niño), los salteños podemos darnos el lujo de programar y desprogramar homenajes, como si fuese un espectáculo con payasos, peloteros y toros mecánicos en el Parque del Bicentenario.

Por motivos que se desconocen pero que los sanmartinianos del terruño deberían averiguar, San Martín ya no es tomado en serio por las instituciones de Salta. ¿Será quizá que de tanto aparecer en los billetes grandes la gente le ha tomado un poco de ojeriza? Tal vez sea que el correntino no tiene contratada una agencia de «marketing posicionador», como sí, en cambio, tiene Güemes.

Cualquiera que sea el motivo, es bastante llamativo que un homenaje oficial a San Martín programado por la Coordinación de Bibliotecas y Archivos de Salta y la Subsecretaría de Promoción Cultural de Municipalidad haya sido suspendido por «fuerza mayor».

Era preferible mil veces haber alegado «inconvenientes técnicos», ya que al decir «fuerza mayor», no cabe sino pensar en dos cosas: una, la producción de un evento extraordinario imprevisible o irresistible (un huracán, un terremoto, una explosión nuclear); o dos, la fuerza ejercida por un tercero.

Como ni los diarios ni el log de llamadas de Defensa Civil registran a las 19 horas del día ayer un acontecimiento grave, imprevisible y de extraordinaria magnitud, solo cabe pensar que la «fuerza mayor» provino de un tercero.

Y en este caso, ya que estamos sospechando de un desequilibrio interesado en ranking de los héroes patrios, se podría suponer que fue una llamada fortinera anónima la que amenazó a los organizadores del acto con reventar a fustazos el homenaje a San Martín. Esto también es «fuerza mayor», claro.

Si los organizadores cedieron a un chantaje, siempre existe el riesgo de que alguien considere que el Santo de la Espada se ha convertido en el Santo de la Espantada.

Será mejor que las autoridades lo aclaren pronto, pues si no se trató de una amenaza gaucha (por celos de cartel patriótico) solo cabe pensar en un inconveniente menor como un corte de luz o el abatatamiento de un orador, que son cuestiones realmente de tan poca entidad que, de ser ciertas, avergonzarían al enorme militar que cruzó los Andes para liberar América del yugo colonial.