
Hablamos de un proceso de progresiva penetración de las estructuras y la cultura policial que está favorecido por una legislación ambigua a propósito, por la complicidad expresa del poder político y por una sociedad adormecida que tiene la impresión -aun desde épocas dictatoriales- que la Policía puede hacer muchas más cosas que las que realmente debe.
Bajo la falsa excusa de las facultades de intervención «comunitaria», la Policía de Salta ejerce no solo como fuerza de seguridad e institución colaboradora de la justicia en la persecución y el castigo de los delitos, sino también como guardián de las tradiciones y de las buenas costumbres, una facultad no reconocida en ningún instrumento legal.
A la proliferación de los cuerpos infantiles de policía, estimulados por el poder como una forma de «contención» de niñez, como si los niños de Salta, sin la tutela de la Policía fueran una banda de salvajes en potencia, se une ahora la existencia de una «división ecológica» en el seno de estos cuerpos irregulares.
La existencia de este cuerpo infantil especializado en cuestiones ecológicas se desprende de una comunicación policial que no está relacionada con el medio ambiente sino con el deporte.
La mencionada comunicación dice que el cuerpo infantil de policía ecológico organizó dos torneos de fútbol infantil: uno en la Escuela de Suboficiales y Agentes de la Policía y otro en la Subcomisaría de San Luis.
Claro que para que nadie diga que la policía de Salta no es sexista, el fútbol ha sido solo para los varones, ya que las niñas, en vez de liarse a patadas, han preferido disputar un torneo de vóley, un deporte en el que no hay contacto con el rival.
Otros cuerpos policiales infantiles se dedican con idéntica devoción a la religión, hasta el punto de que muchos de sus integrantes no necesitan pasar por las escuelas parroquiales antes de recibir los sacramentos. Al parecer, un acuerdo entre el Jefe de Policía y el Arzobispo habilita a los pequeños policías a recibir la comunión por el solo hecho de vestir el uniforme azul, lo cual se antoja discriminatorio para aquellos niños que estudian catequesis en libertad, en cualquier iglesia de barrio.