
Si hoy casi nadie se acuerda de Yapeyú los días 17 de agosto, ello es el resultado de haber nacionalizado las honras a San Martín. En pocos años, los actos centrales por Güemes no se harán en Salta, sino en Buenos Aires, como corresponde a todos los grandes próceres nacionales.
Este año fue una excepción, porque la ley está recién salida del horno. Pero dentro de diez o veinte años, no habrá un presidente o una presidenta con ganas de hacer dos horas de avión para ir a unos fogones en medio de una helada bíblica. A muchos les seducirá la comodidad de atravesar la Plaza de Mayo y asistir a un tedeum por Güemes en la Catedral Metropolitana, que les queda mucho más cerca.
Otro de los problemas es que los actos ya no serán encabezados más por el Gobernador de Salta. Al ser ahora Güemes un héroe nacional, a quien corresponde encabezarlos es al Presidente de la Nación. Ni el Arzobispo de Salta tiene ya mucho que decir. Sus competencias espirituales sobre Güemes se han extinguido en beneficio del purpurado nacional.
Los desfiles gauchos seguirán realizándose en Salta, pero también pueden organizarse otros desfiles, incluso de mayor calidad, en otras partes del país. Los gauchos de Güemes con fortín en Salta habrán dejado de ser los únicos herederos del General, lo cual es una estupenda noticia. Ahora el reparto de la herencia es mucho más democrático.
El regimiento de los Infernales, históricamente vinculado con la guarnición local y el arma de Caballería, puede ser trasladado en el futuro a San Martín de los Andes, a Azul o a Gualeguay, en virtud de un simple decreto. Si Güemes es héroe nacional, su divisa colorada puede lucir en cualquier unidad del Ejército del país.
Los salteños pueden estar muy orgullosos de esta extensión de Güemes a otras esferas, pero deben ser conscientes de que por llevar al héroe gaucho tan alto es que lo estamos perdiendo como símbolo y estandarte de la salteñidad.
Es decir, que una de las pocas cosas que teníamos los salteños para atraer gente de otras latitudes (con permiso del Señor del Milagro), ahora ha dejado de ser nuestra. Seremos nosotros los que tengamos que ir a Buenos Aires a reverenciar el heroísmo gaucho, «¿viste, pibe?».
Esta irregularidad representa en realidad un triunfo para aquellos que desde hace años claman porque la auténtica representante del sentir salteño no sea el recatado y barbudo militar sino la Rusa María, a quien casi nadie recuerda en su Polonia natal. Con tanto güemesianismo vacío y poco estratégico, lo están logrando.