
A tales efectos, se unieron, como nunca, las hinchadas de Central Norte, Gimnasia y Tiro, Juventud Antoniana y Sportivo Comercio, que azotaron al unísono las redes sociales voceando la consigna «¡Al fin se hizo justicia con Güemes!»
Tanta fue la repercusión del hashtag #Justicia, que se bloqueó el celular del presidente de la Corte, doctor Catalano, quien debió interrumpir el armado de un caza bombardero a escala para salir a las calles con banderas y gallardetes con los colores güemesianos.
La heroica senadora Fiore -la nueva Macacha- fue vitoreada por haber afirmado en su discurso que Güemes se merece su traslado «al panteón de grandes héroes de la historia argentina». El desenfreno patriótico de la legisladora cayó como una viga sobre la mesa del Arzobispo, que inmediatamente llamó a El Galpón para preguntarle a su arquitecto si la ley del feriado le obligaría a hacer obras en la Catedral, para sacar a Güemes de la tumba en que se encuentra y llevarlo a este fantasioso panteón que, por el momento, solo existe en la imaginación de Fiore.
Romero, por su parte, en otro discurso de esos que hacen levantar y andar a los muertos, cargó contra el mitrismo. Al comienzo los hinchas del Ciclón salteño (el Club Atlético Mitre) se pusieron algo nerviosos, pero se tranquilizaron luego cuando vieron que la cosa no iba contra ellos sino contra ese barbudo ultraliberal que no solo fundó el diario más antiguo, más serio y prestigioso del país, sino que también escribió una historia sesgada y antisalteña en la que Güemes es apenas un revoltoso jefe de gauchos analfabetos y mal aseados.
Después de este violento ataque a Mitre, poco sentido tiene ya que la calle que nace en el lado sur de la Plaza 9 de Julio de Salta y se extiende unas treinta cuadras hacia el norte, lleve el nombre de este mentiroso. Tal vez será mejor que, a partir de ahora, se llame calle «Nono Saro», en homenaje al ilustre abuelo italiano del senador, en cuyos genes peninsulares vino el bichito de la libertad de prensa.
Dijo también Romero -desde la misma banca en la que, en febrero de 2015, alabó la concesión del Premio Nobel de la Paz a un tal «Ferreyra Lamas»- que Mitre -el político, no el club- «colocó a Güemes en la frontera», agregando que la nueva ley «pone las cosas en su sitio».
Es decir, que el proyecto aprobado ayer por los senadores, no solo instituye un feriado nacional obligatorio sino que también traslada a la Provincia de Salta a la altura del paralelo 42º, dejando de paso sin argumentos a los enemigos cruzados del exjuez Reynoso, al que se acusaba, un tanto desdeñosamente, de ser un «juez de frontera». En su arrebato patriótico, Romero se llevará también al sur -con el permiso de Tinelli- al heptacromático pueblo de Purmamarca, que también nos pertenece por derecho propio.
Perplejidad también en la hidalga ciudad de Rosario de la Frontera, cuyo Concejo Deliberante debió convocar una reunión de urgencia para tratar el cambio de denominación oficial, tanto de la ciudad cabecera, como del Departamento, incluyendo a la indómita Segunda Sección. La propuesta que tiene menos adeptos por el momento es la que propone como nuevo nombre el de Rosario de la Tontera, en alusión, no al carácter de sus habitantes (faltaría más) sino a la interpretación de la historia que hizo el senador Romero.
Por su parte, el Gobernador de la Provincia, que no podía faltar a la fiesta, se apuntó a ella diciendo que esta ley no es producto de una decisión soberana de los representantes del pueblo sino del «marketing posicionador» que ejecutó su gobierno con una precisión de bisturí laser. Podría haber sido también, cómo no, resultado de la muy creíble amenaza de alzamiento en armas con que el jefe de los gauchos presionó a los senadores.
Mañana, con las mismas herramientas (las marquetineras y las amenazas gauchas), podríamos los salteños poner de rodillas al Vaticano (incluida la endeble guardia suiza) y obligarles, a fuerza de tuits, a convertir en santa a la Juana Figueroa. Con tal, sabemos que cuando el santoral acoja a Santa Juana de Salta, el día del fatídico fierrazo será también feriado nacional, mientras el brillante diputado Kosiner siga firme en su puesto. Y si a la futura santa le dedicamos también un «triduo» justo después de la Procesión del Milagro, nos aseguraremos que los salteños no volverán a las aulas ni a las fábricas por lo menos hasta octubre.
Mujeres en silencio
Y si hablamos de mujeres, el día grande de Güemes -me refiero al de ayer- se caracterizó por un extendido y elocuente silencio femenino ante el hecho histórico más importante para el feminismo desde la conquista del sufragio universal: la nominación oficial de una mujer como candidata a presidente por uno de los dos partidos mayoritarios del país más poderoso del mundo.Claro, quizá porque se trata del país más poderoso del mundo, de la potencia opresora, del «imperio», como lo llamaba el fallecido Comandante, las mujeres que habitualmente jalean a Lola Mora, a la supradicha Juana Figueroa, a Juana Azurduy, a Martina Silva de Gurruchaga, a Angélica Moreno Lobo y a otras tantas salteñas destacadas, callaron la boca.
Una, que pidió que su nombre no apareciera en letras de molde, mientras clavaba alfileres en los retratos de Artidorio Cresseri y el juez Carlos López Pereyra, confesó: «Es que el jefe Godoy no nos paga para alabar a Hillary Clinton».
Otra, cuyo anonimato pareció no importarle demasiado, dijo sin complejos: «¿Por qué voy yo a festejar que sea candidata esa cornuda?» Cuando se trata del «imperio» no importa ser machista. Es decir, el mismo argumento, con algunos matices, que tenía Pablo Escobar Gaviria para inundar de cocaína los Estados Unidos sin que le hiciera cosquillas la conciencia.
Nadie pensó siquiera en plegarse a los agoreros pronósticos de ese misógino impenitente que es Donald Trump, que con la mala baba que lo caracteriza, vaticinó que el «imperio» colapsará si una mujer toma las riendas de la Casa Blanca.