
La parsimoniosa actitud de los senadores argentinos durante el debate del proyecto de ley del feriado nacional del 17 de junio ha privado a más de un millón de salteños de ver a sus gauchos alzados en armas, en pelea franca, tal y como había anunciado el presidente de la Agrupación Tradicionalista Gauchos de Güemes un día antes de la votación.
La popular quería que el proyecto se aprobase, por supuesto, pero no con la vergonzosa mansedumbre con que se ha hecho, sino con un poco de acción, con algo de picante. Muchos, en su ancestral sordera, dijeron haber escuchado desde el fondo de la loma un hondo grito de guerra que atravesó el aire del valle vibrando cual trueno. ¡Era la señal!
Pero los fortines, en lugar de preparar chuzas, lanzas y boleadoras, hicieron brillar las pantallas de sus LEDs para enterarse qué opinaba cada senador de las hazañas de Güemes y tomarles la medida de la sinceridad de su admisión del general en el muy selecto club de los héroes nacionales.
Así, el recio huracán agitado en carrera gigante desde la lejana Yavi, se convirtió en un soplido amable de esos que hacen desprender suavemente las esporas de un diente de león.
El alarido no hizo al gaucho patriota indignar, al menos como se esperaba. Los facones no relucieron y las cabalgaduras se quedaron atadas a sus postes, como la del gaucho de La Cerrillana, que ató a su zaino en el guardapatio con propósitos sexuales. Los más bravos, en lugar de tensar los rebenques se pusieron a presionar legisladores; es decir, a los legítimos representantes de «aquel pueblo arrogante».
Muchos espectadores de buena fe ya habían preparado sus celulares y filmadoras para grabar en el portezuelo a la multitud furiosa despidiendo a sus gauchos guerreros, armados hasta los dientes, prestos a tomar por la fuerza el recinto del Senado. Si Güemes -pensaban- pudo rendir a una fragata inglesa entera con un solo caballo, ¿cómo un gaucho de estos tiempos no iba a poder con un edificio a cuyo mando está una señora que se desplaza en silla de ruedas?
Pero aún los gauchos más belicosos guardaron los facones ante la docilidad de estos senadores, a los que, de verdad, si apuramos un poco, les podríamos arrancar una ley que asegurara de por vida la presencia de un equipo salteño en los torneos superiores de la AFA.
Los más fantasiosos imaginaron que las imágenes de los gauchos galopando hacia la gloria sediciosa iban a ser retransmitidas por Show Match, con las imágenes del cerro de Purmamarca de fondo y una coreografía del famoso bailecito «Viva Jujuy». Al final, la madre del General era jujeña. Tenemos derecho a hacerlo.
Pero entre congelarse en Juramento y disfrutar de la losa radiante en Valle Escondido, los gauchos famosos que habían amenzado con triunfar en la lid sin cuartel, prefirieron lo segundo. Porque si hace doscientos años hablaban por ellos los cuchillos y las bayonetas, ahora la única forma de coronar la patria orgullosa de radiante y sublime laurel es hacer funcionar a tope los celulares.
¡Gloria eterna a estos celosos defensores de nuestra virginal dignidad patria!