
Según marca la liturgia gauchesca, las mañanas de los Miércoles de Ceniza no son para recogerse y meditar sobre el comienzo de la Cuaresma, sino para contemplar con envidia el paso de un gaucho lascivo con una apetitosa mujer de polleras yutas y trenzas largas sobre las ancas de su caballo.
Todos, en un día tan señalado como hoy, deberíamos tener el derecho de circular por las calles enharinados, como la pareja de la ópera rural de Abel Mónico Saravia y Marcos Tames. Los más afortunados deberían también poder llevar a sus parejas «al rancho» en ancas de un zaino volador.
Pero algunos gauchos falsos, como el gobernador Urtubey y el presidente Macri, desertores del carnaval, en un día como hoy han vuelto a sus tareas. Lo han hecho sin probar las esencias purificadoras de la harina en el tradicional Miércoles de Ceniza cerrillano, ni disfrutar de la mística erótica del «rancho».
Después de pisar el suelo agreste de Purmamarca y de (casi) enterrarse en el barro de Tilcara, tanto el Gobernador como el Presidente han vuelto a sus encerados parquets. Nada de harina, nada de rancho, nada de china a las ancas del caballo.
Macri ha vuelto con su legítima esposa y la rompecostillas Antonia; Urtubey ha hecho lo mismo, porque aunque la chismografía porteña lo ponga en duda, el hombre tiene una familia bien constituida desde hace muchos años y no tiene -como otros- ninguna necesidad de andar exhibiéndose con vedettes de poca monta en los photo-calls estivales, como algunos malvados andan diciendo por ahí.
O sea, que para nuestros primeros mandatarios, nada de andar enharinados en Miércoles de Ceniza ni de andar echando canitas al aire en «el rancho». El poder imprime carácter y convoca al recogimiento.
Para el resto de los mortales la cosa es distinta. Los demás se dividen en dos grandes grupos: el primero, constituido por aquellos que, sabiendo que el Arzobispo hace la vista gorda, celebra el comienzo de la Cuaresma a todo sexo como lo imaginó Mónico Saravia en su famosa zamba; el segundo, más numeroso, constituido por aquellos vecinos ribereños que se la pasan rezando para que el río embravecido no se le lleve el rancho, la china, el zaino y el viejo cassette de Los Chalchaleros con Dino Saluzzi.