
Todavía no se sabe muy bien qué beneficios le habría reportado al heroísmo del General Güemes el hecho de que su efigie apareciera en los nuevos billetes, pero todo indica que los que se encargan del marketing del patriota consideran que su figura se agiganta en la historia, y que aventaja a otros próceres, en la medida en que más veces se imprime su nombre o su imagen en los papeles oficiales.
Cada impresión, cada hit, cada hashtag es como una nueva batalla ganada por la sagrada espada de un hombre que murió hace casi doscientos años.
Pero esta vez la preterición de Güemes a nivel nacional -que amenaza con ser eterna- ha sido más grave que otras veces, ya que la imagen del general barbudo, luciendo un amenazante entrecejo, ha sido desechada en beneficio de una ballena azulada, llena de manchas y, para peor, patas para arriba.
Podría decirse que la derrota del güemesianismo más aldeano equivale a la eliminación en primera ronda de un Grand Slam. Una derrota que, por cierto, carece de atenuantes.
Por supuesto, la arbitraria y antisalteña decisión de las autoridades monetarias argentinas no ha dejado a los imagineros de Güemes de brazos cruzados, pues ya mismo se están fraguando otras campañas de «posicionamiento».
Emergen otros proyectos, como por ejemplo el de obligar a los ciudadanos a cantar el Himno a Güemes en todos los actos públicos en los que, por protocolo, deba entonarse el Himno Nacional Argentino y la Marcha de las Malvinas.
Otra iniciativa interesante es la posibilidad de que la efigie de Güemes con su traje blanco de general de la Patria y los brazos cruzados a la altura del pecho, figure en el logotipo oficial del rally Dakar 2017, en reemplazo de la imagen de ese bereber con la cabeza atada, que ha dejado de tener sentido desde que la competencia dejó de pasar por el África septentrional.
Si estas dos propuestas fracasaran, igual que fracasó la iniciativa de meter a Güemes en los billetes grandes, siempre queda la posibilidad de recurrir a los bonos provinciales de emisión de deuda (o su sucedáneo, los cheques diferidos), a los toldos de los carros fruteros, a los remises, a los paredones de acción poética y a una miríada de espacios públicos en los que todavía se puede insertar a la fuerza la imagen de Güemes.
Cualquier cosa es buena para vengar la afrenta de esa ballena azul trompuda que nos ha dejado a todos los salteños huérfanos de identidad y a dos pasos de caernos del tablero de la Historia.