
Los franceses llaman Palais Bourbon al soberbio edificio en donde funciona la Asamblea Nacional y que se halla en el Quai d'Orsay, en el extremo sur del Pont de la Concorde, en París.
Su fachada norte -que recuerda mucho a la de la Catedral Metropolitana de Buenos Aires- fue modificada por Napoleón entre 1806 y 1810. En aquellos años se construyeron las doce columnas griegas de la entrada principal (doce son también las columnas de la catedral porteña) cuya magnificencia dialoga en línea recta visual con las ocho columnas de la Madeleine, situada al otro lado del Sena, al final de la calle Royale, donde la vista solo es interrumpida por el soberbio Obelisco de Luxor.
La sede de la soberanía nacional francesa no guarda ningún parecido con el edificio de la Legislatura de Salta, cuya fachada se limita a dialogar -en dialecto originario- con la espada opresora de Hernando de Lerma y con las palmeras de la Plaza Güemes.
Adentro, el diálogo tampoco parece ser muy lineal, muy fructífero y muy estético que digamos. Porque -no nos vamos a engañar- ni el Indio Godoy ni Mashur Lapad son una bellezas dignas de destacar. La única alegría para la vista es la diputada Irene Soler Carmona, que para peor, lejos de ser una «diputada florero», es sobria, inteligente y muy eficiente.
El viejo edificio de la calle Mitre, nacido como Palacio de Gobierno, que luego fue Legislatura, posteriormente tribunales y después archivo, hoy ya no sirve para ninguna de estas cosas. A Salta le faltó un Napoleón I, un Napoleón III y un barón Haussmann para tener edificios bonitos y durables.
Al tembladeral que supone el ejercicio de cargos tan críticos, Godoy y Lapad suman las debilidades antisísmicas de un edificio que cada vez que tiembla la tierra hace flamear las escaleras que conducen al recinto.
Por eso, por lo del tembladeral, Godoy y Lapad (Lapad y Godoy) se han propuesto poner a la venta el edificio de la antigua Caja de Jubilaciones de la Provincia, ubicado en la calle Caseros, en frente de la Plaza 9 de Julio, y el viejo edificio del Banco de Préstamos, de la calle Alvarado.
Quieren que el gobierno haga caja con esta venta y poder así levantar otro edificio para la Legislatura provincial, que podría estar ubicado en el «predio» de Pereyra Rozas, en donde no soplarán aires más democráticos, pero los legisladores y pequeños sátrapas disponen de una amplia avenida para salir huyendo en caso de manifestaciones hostiles.
Todo el mundo recuerda la forma humillante en que Pablo Kosiner y el mismo Godoy abandonaron la Legislatura aquella madrugada en que los manifestantes estuvieron a punto de aguaicarlos junto a los leones alados de la entrada.
Pero no nos engañemos. Mañana, con el dinero de la venta de aquellos históricos inmuebles se podrá construir el más bello de los edificios legislativos del mundo, pero si no cambiamos la forma en que nuestros legisladores son electos y si no les exigimos una mejor formación y mayor cultura, la Legislatura de Salta seguirá siendo, como hasta hoy, una cueva de vampiros y no una institución democrática respetable.