
El kirchnerismo, que se bate en retirada en medio de acusaciones cruzadas, no ha podido dejarle al país mejores cosas, pero si alguna huella indeleble ha dejado en el inconsciente colectivo nacional ésa es la pasión por los feriados.
No cabe duda de que si alguno de los dos candidatos a Presidente propusiera ya mismo elevar a 68 el número de días feriados por año, ganaría las elecciones de una manera rotunda e incontestable.
El feriado es la institución que goza de más prestigio en toda la nación, desde La Quiaca hasta el Polo Sur, muy por encima del parlamento, la policía, la iglesia o los sindicatos.
Si no hubiese feriados en la Argentina ¿cómo haría nuestra clase media parasitaria para irse a Miami?
Las celebraciones no importan. Da igual que sea Corpus Christi que la muerte de San Martín. A una gran mayoría le da igual festejar la soberanía, la Constitución, las Malvinas o el primer grito de libertad. Cada vez son menos los que saben cuál es el significado de los feriados. Lo importante es no laburar.
Por eso y ante la posibilidad de que una votación inesperada (porque nadie esperaba esta segunda vuelta) arruine los planes para el 23, el gobierno nacional pensó que no debería mover el feriado (un derecho conquistado) sino el balotash, ya que, como viene la mano, éste último es mucho menos importante que el primero.