
Estamos frente a una pandemia sin precedentes y, frente a lo desconocido, hoy tienen más valor la reflexión y el análisis que el sensacionalismo y la inmediatez.
Los comunicadores deben seleccionar cuidadosamente las fuentes que utilizan para divulgar una noticia. Deben también escoger el lenguaje con el mismo cuidado y saber captar la complejidad del fenómeno, sin dejarse tentar por los atajos, los rumores y la información impactante sin contrastar.
Uno de los desafíos que enfrentamos como sociedad consiste en saber hallar el equilibrio entre la comunicación del riesgo y el riesgo de la comunicación.
El principal obstáculo en nuestro camino hacia la responsabilidad informativa comienza en el escaso consenso de la comunidad científica acerca de las características y pronóstico de la pandemia y termina en la mala calidad de algunas informaciones oficiales. No todos los gobiernos son responsables o rigurosos a la hora de informar.
Por eso queremos llamar la atención sobre la necesidad de que la información que a diario consumimos sobre la pandemia esté bien ordenada y jerarquizada, y que, en lo posible, reenvíe a fuentes de confianza y a documentos serios, para que los consumidores de noticias puedan completar por sí mismos su propio recorrido informativo.
En este sentido, nos parece sumamente irresponsable la información oficial de algunos gobiernos, reproducida acríticamente por algunos medios de comunicación, que hablan sobre las bondades de determinados medicamentos o sustancias para combatir la enfermedad provocada por el coronavirus. Solo los médicos, en el ámbito de sus competencias, deben decidir cuál es el mejor tratamiento para sus pacientes.
Las informaciones sesgadas, que hoy recomiendan una sustancia y mañana otra diferente, sin pruebas clínicas suficientes que las avalen a nivel mundial, no solo son poco respetuosas de la autonomía de los pacientes y del trabajo profesional de los médicos, sino que son peligrosas para aquellos que entienden que las sustancias recomendadas, aun si son consumidas por personas sanas, pueden evitar contraer la enfermedad o matar al virus antes de que provoque síntomas.
La organización First Draft, una de las más importantes del mundo en materia de lucha contra la desinformación, ha publicado recientemente sus consejos para informar correctamente sobre el COVID-19.
Estos consejos son los siguientes:
- Evitar usar lenguaje sensacionalista que pueda aumentar el miedo.
- Evitar emplear imágenes de archivo que alimenten estereotipos y causen más pánico.
- Evitar especular sobre los peores escenarios.
- Sugerir a los lectores acciones específicas que puedan hacer.
- Dirigir a los lectores a las fuentes oficiales de información.
- Saber qué preguntas hacer sobre una nueva investigación.
- Hablar con más de un experto.
- Recordar que no todos los rumores merecen cobertura.
- Si se cubre un rumor, destacar los hechos ciertos en titulares y tuits.
- Simplificar la información complicada (por ejemplo, los niveles de riesgo).
- Evitar el lenguaje despectivo.
- Averiguar qué preguntas se hace la audiencia y responderlas.
- Incluir fuente de los datos, fechas y contexto en mapas y gráficos.
Prácticamente todas las informaciones que se conocen sobre remedios o tratamientos eficaces para contrarrestar al coronavirus (desde la «luz potente» de Donald Trump al carragenano, pasando por el ibuprofeno inhalado) son fragmentarias e incompletas. Actualmente la comunidad médica no dispone de datos fiables acerca de la eficacia de ninguno de estos remedios.
No obstante, la periódica publicación de sus «bondades», así como de los casos graves que han solucionado, entra dentro de la zona de riesgo de la información y puede, en algunos casos, ser considerado un mero rumor científico del que los medios de comunicación no deben hacerse eco, si es que no quieren provocar más pánico o reacciones sociales negativas.