
Para algunos, el de «motochorro» es, además, un nombre poco fino, más bien «grasa».
De modo que si queremos referirnos en la prensa «culta» a esta clase delincuentes motorizados (sobre todo, a los arrepentidos) es aconsejable encontrar una palabra un poco menos ordinaria, pensando en el lector (que no tiene por qué entrar en contacto con la jerga de los delincuentes) y también pensando en estos últimos, porque ya bastante complicado lo tienen con ser lo que son para que, además, los maltratemos con nombres infames.
Por esta razón ha hecho su aparición en nuestros medios de comunicación el «motoarrebatador», que es un «motochorro» pero dicho de una forma un poco más fina.
Esperamos de un momento a otro la aparición de los «motomalhechores», los «motosalteadores» y los «motobirladores», para no referirnos a esa auténtica plaga urbana de «motodelincuentes», ya existente, constituida por los lascivos y detestables «motoorteadores».
Todo sea, por supuesto, para no faltarle el respeto al lector.