
Como la Policía no puede -porque la ley se lo impide- abrir alegremente las celdas y calabozos, así como hacer que del cañón de sus pistolas salgan claveles y no bolas de paintball, a menudo los agentes canalizan su pulsión liberadora abriendo las jaulas en donde se hallan cautivas las aves silvestres malhabidas por sus captores.
Sin ir más lejos, en la madrugada del pasado domingo, agentes de la División Policía Rural que se hallaban apostados a la vera de la ruta provincial Nº 39, a la altura del final del Parque Industrial, procedieron a dar la voz de alto a un automóvil marca Fiat Uno conducido por un hombre mayor de edad.
Inspeccionado el vehículo, se comprobó que su conductor transportaba en una jaula a 32 aves vivas de la especie rey bosque, sin que el hombre pudiera justificar que se hallase en posesión de licencia para la caza.
Por esa razón se le iniciaron al hombre actuaciones por supuesta infracción del artículo 91 del Código Contravencional de la Provincia de Salta, que castiga con arresto de hasta 20 días o multa de hasta 40 y el comiso de lo secuestrado, a quien cazare o pescare sin los permisos correspondientes fuera de temporada, con medios prohibidos por la autoridad administrativa correspondiente.
Una vez practicado el decomiso correspondiente, los pajaritos fueron examinados por el médico veterinario policial, que sin más trámite dispuso -según reza textualmente el parte policial- «la liberación y reinserción de los mismos en su hábitat natural».
La medida ha sido recibida con gran alborozo por organizaciones conservacionistas, pero con menos entusiasmo por los lingüistas, que han recordado que el verbo «reinsertar» solo se aplica a personas, sean éstas marginadas o, más específicamente, condenadas penalmente.
Pero dejando a un lado el matiz lingüístico, es harto difícil que el veterinario policial tenga facultades para disponer, además de la liberación (algo que es lógico, pues las aves no han cometido ninguna falta), que se lleve acabo la «reinserción» de las aves, pues tratándose de este tipo de pájaros, normalmente basta con soltarlos al aire en su hábitat para que se opere la plena devolución a su entorno natural de origen.
A menos que el veterinario haya colocado un chip en las patas de cada uno de los 32 pájaros liberados -extremo que no consta- ni la Policía ni él sabrán jamás si las aves, una vez sueltas, han conseguido «reinsertarse» en sociedad.
La inclusión tiene, en este caso, unos límites muy claros.