El enigmático y antiortográfico tuit de Urtubey sobre los Reyes Magos

El Gobernador de Salta, como buen niño que es, no ha querido estar ausente del firmamento digital en la víspera de la noche de Reyes Magos.

Convencido de que los Reyes no le traerán carbón, como a los niños que han sido malos en el año inmediatamente anterior, don Juan Manuel Urtubey -a quien cada vez más se le nota que quiere emular los mensajes espirituales del Papa Francisco- se ha hecho presente en las redes sociales con el siguiente tuit:


A pesar de su emotiva y poética formulación, el tuit del Gobernador de Salta deja mucho que desear en materia de coherencia (de «lógica», como le gusta decir a él) y de ortografía.

Para empezar, el Gobernador debería ponerse de acuerdo si los augustos Magos de Oriente son «reyes» (con minúsculas) o «Reyes» (con mayúsculas). No es bueno escribir la misma palabra, para referirse a los mismos sujetos y en el mismo tuit, una vez con minúsculas y otra con mayúsculas.

Luego, si estamos hablando de los Reyes (o incluso de los reyes) no se pueden mezclar las cosas y decir que «el regalo más grande fue su amor y su fé» (sic). La frase no parece estar relacionada con los Magos (que son los que llevaron regalos al niño recién nacido) sino con Jesucristo (que en la ocasión no hizo regalos sino que los recibió).

Por otro lado, desde hace muchos años que nuestra lengua tiene reglas estables respecto al uso del acento ortográfico en los monosílabos. La palabra «Fe» (que designa a la primera de las virtudes teologales) no se escribe «Fé», como lo ha hecho en su tuit el señor Urtubey.

Tiene razón el Gobernador, sin embargo, en una cosa: el amor y la fe no se venden en las jugueterías. Solo le faltó agregar que no se venden en este tipo de establecimiento por la sencilla razón de que el amor y la fe no son juguetes. Pero, en general, se entiende la idea.

Finalmente, el señor Urtubey insiste con que los Reyes regalan (o en su día regalaron) amor, lo que no es cierto, pues los soberanos de Oriente lo que hicieron fue reverenciar a otro Rey (más importante que ellos) recién nacido. Tal vez Urtubey confunde el significado del verbo adorar y crea que se trate de «amar con extremo», cuando en realidad el Evangelio habla de adorar en su sentido de «reverenciar o rendir culto a un ser que se considera de naturaleza divina».

Si aceptamos que el regalo fue de amor y de fe (y no de oro, incienso y mirra, como dicen las Escrituras), desear que los Reyes Magos (esos que se aprovisionan en las jugueterías del centro antes de entrar con sus camellos por el ojo de la cerradura de las viviendas infantiles) «llenen a nuestros hijos de amor», es un poco exagerado.

Los que tienen que llenar a sus hijos de amor no son los Reyes sino los padres, incluido el señor Urtubey que tiene cuatro vástagos. Porque decirle a los niños (sobre todo a los pobres) que el Gobernador ha pedido que los Reyes les traigan amor, es una idea difícil de colocar en el mercado infantil. Cualquier niño (sobre todos los pobres) podrían responderle al Gobernador: «Mire, yo amor espero de mi papá y de mi mamá; de los Reyes quiero una bicicleta».

Además, tal y como están las cosas en algunos hogares en donde el hacinamiento favorece las conductas más aberrantes de padrastros y abuelitos aviesos, es mejor que nadie llene de amor a los niños. Hay que recordar lo que decía aquella vieja canción que Queen dedicó a Freddy Mercury: «Too Much Love Will Kill You».