
A las múltiples agresiones que sufre la Policía provincial a manos de las patotas de los barrios (incluso en aquellos barrios en que sus escuadrones infantiles tienen una gran penetración) se suma ahora el absurdo castigo infligido a los agentes de la Subcomisaría de Campo Quijano por un grupo de salvajes montados a caballo.
Igual que en el Lejano Oeste, cuando la oficina del Sheriff era objeto de incursiones montadas para liberar a un cow boy belicoso, Campo Quijano fue objeto de una especie de malón, con 15 jinetes (¡15!) dispuestos a hacer tronar los cascos de sus caballerías sobre los escritorios policiales y, eventualmente, sobre la cabeza de los suboficiales.
Sucedió la pasada madrugada, en torno a las 4.40, hora en que los pocos efectivos que se hallaban despiertos en la Subcomisaría debieron pedir auxilio por radio a la superioridad, ante el mayor número de los intrusos.
La Policía no ha informado el motivo del ataque. Lo que sí ha dicho es que cuatro de los atacantes ingresaron a pie al edificio policial y consiguieron agredir al agente que estaba apostado en la guardia de prevención. El bravo policía logró reducir a uno de los agresores, un menor de 15 años, que quedó detenido. Los otros tres emprendieron la fuga, junto al resto de los jinetes.
El lesionado, un suboficial principal, requirió asistencia médica. Según el parte, padece «contusiones en muñeca derecha y múltiples (sic) politraumatismos».
Los ciudadanos de Quijano se preguntan ahora qué clase de Policía tienen en el pueblo que permite que a las 5 de la mañana circulen por las calles 15 personas a caballo sin despertar la más mínima sospecha. Otros, en cambio, se preguntan qué sueño tan profundo tienen los vecinos del Portal de los Andes, incapaces de levantar el teléfono y llamar a la Policía para avisar que hay 15 tipos a caballo perturbando el descanso de la localidad.