
De no ocurrir así, no se explica que el señor Romeri haya dicho esta tarde en Cafayate que el Vicegobernador de Salta, Andrés Zottos, «es el canal de comunicación política con la gestión».
Doble error. Porque Zottos no gestiona nada (el Vicegobernador carece de responsabilidad política) y porque su comunicación política con el gobierno es nula. ¡Quién no recuerda cuando el año pasado, después de ser patoteado en la calle por un mechudo pegatinero, Zottos llamó a todos los teléfonos posibles y nadie le respondió!
A pesar de que la plana mayor del Partido Renovador de Salta persevera en el error de confundir la realidad con sus deseos, la posibilidad de que Zottos sea, por tercera vez consecutiva, candidato a Vicegobernador de la Provincia, acompañando en la fórmula a Juan Manuel Urtubey, los tiene a todos flotando en una nube de la que nadie quiere bajarse.
En seis años el PRS se ha hundido; ha copiado las mañas y los malos modos de sus socios peronistas y casi no existe como fuerza política unitaria y con discurso propio. Los legisladores, intendentes y concejales electos en sus listas responden a Urtubey y obedecen a la dirección del Partido Justicialista de Salta, a pesar de que en las últimas elecciones provinciales no hubo frente.
Los suspiros por Zottos trasuntan la ilusión renovadora de que el Vicegobernador obtenga cuatro años de mandato más, pero para seguir presidiendo las fiestas patronales y para entrar junto a los santos por el atrio de las iglesias bajo una lluvia de pétalos de rosa.
Zottos, que amagó con romper el frente no una sino cien veces, que lanzó su candidatura a senador nacional enfrentando al mismísimo hermano del Gobernador y que criticó duramente al gobierno, ha vuelto como manso borrego al redil.
De lo que se trata ahora no es de salvar al PRS y a su identidad como fuerza política independiente y reconocida, sino de salvar la ropa de una camarilla de dirigentes que lleva más de una década viviendo de los dividendos económicos de una alianza política sin contenido programático y de una alarmante pobreza moral.