
El gobierno provincial que salga de las urnas en las próximas elecciones de 2019 en Salta será mejor cuanto más amplia sea su base representativa, sin dudas. Pero nacerá débil y será incapaz de alcanzar sus objetivos si tal amplitud se consigue aproximando a segmentos del espectro ideológico que poco o nada tienen en común, más que el coyuntural apetito por controlar el poder.
Cuando falta un poco menos de un año para los comicios, casi todo el mundo sabe en Salta que la posición del Intendente Municipal de la ciudad de Salta, Gustavo Sáenz, se ha tornado delicada y que su candidatura (exitosa) a Gobernador depende ahora mismo de una serie de factores, algunos de los cuales son incontrolables, por él y por cualquiera.
Pero otros muchos factores que influyen en el juego político son perfectamente controlables, como por ejemplo la inteligencia de la política de alianzas.
Sáenz tiene ante sí un panorama complejo pero no irresoluble, y se equivocará si pone en juego las folklóricas estrategias peronistas que históricamente han buscado y conseguido amontonar en una candidatura a todos aquellos que buscan darle un mordiscón al presupuesto, sin atender a otros argumentos como una mínima coherencia ideológica o programática, o la proximidad de las fuerzas que le apoyan en el arco político.
En las últimas horas, Gustavo Sáenz se ha mostrado entusiasmado con la idea de que su candidatura a Gobernador de Salta sea apoyada por sectores políticos liderados por personas como Alfredo Horacio Olmedo o Matías Posadas.
Con independencia del giro personal de cada uno -que en Salta es cada vez más libre (toda vez que las tranqueras están cada día más abiertas para posibilitar los saltos políticos más arriesgados)- un importante sector del electorado moderado de Salta no ve con buenos ojos que Sáenz conecte con una parte de los semiarrepentidos del kirchnerismo y con el ala más visible de la ultraderecha xenófoba, misógina y homófoba de Salta.
Gustavo Sáenz necesita aliados, pero otro tipo de aliados, sin dudas. Sus cualidades como figura política emergente se podrían diluir si, a la vista de la capacidad económica de sus previsibles adversarios, el actual Intendente de Salta optase por el peronismo del «olvidemos el pasado» y se decidiera a juntar en una misma bolsa a quienes en los últimos tiempos han mostrado un abanico de cualidades entre las que no se cuenta la moderación que el mismo Sáenz pacientemente se ha encargado de cultivar.
Tanto a la derecha como a la izquierda de Sáenz -de Sáenz, el moderado- hay formaciones políticas que mucho le pueden aportar, en madurez, en seriedad, en habilidades y en consistencia. Solo es cuestión de que Sáenz y sus principales operadores se decidan a verlas y que los otros -esos potenciales aliados, hoy alejados de Saénz por cuestiones mínimas- se convenzan de que lo que Salta necesita es acabar de una vez con la tenaza Romero-Urtubey-Brito, enfrentando al poder del dinero con lealtad y transparencia.
Por mucho y que los millones de Olmedo ayuden a poner un freno a la estrategia de perpetuación del poder absoluto, a Sáenz no le conviene quedar pegado a la castración de los violadores, al regreso del servicio militar obligatorio o a la derogación de la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo; como así tampoco ser víctima del beso mortal de los que han buscado (y siguen buscando) alcanzar por tierra, mar y aire la celebridad política, arrancando desde la Unión Cívica Radical postrromerista, pasando por el kircherismo, para convertirse luego en incondicionales de Urtubey, sin dejar de prestar auxilio en forma de recursos humanos al gobierno de Macri.
Sáenz, en todo caso, necesita algo mucho más coherente, mucho más honrado y menos sinuoso que estos apoyos tan sospechosos.