El penoso papel de los diputados nacionales por Salta

  • Más allá del sentido de su voto -que no se puede cuestionar-, las exposiciones de los legisladores salteños en el debate sobre el proyecto de ley para despenalizar el aborto han dejado un reguero de vergüenza entre sus electores, que, en su gran mayoría, no se han sentido representados por ellos.
  • Reguero de vergüenza
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Si bien era un secreto a voces que la actual representación de la Provincia de Salta en el Congreso de la Nación es una de las más pobres de la historia, no ha sido hasta hoy que los ciudadanos de este territorio -singularmente castigado por la ineficiencia política- se han dado cuenta de la alarmante precariedad intelectual y del nulo peso político de sus representantes nacionales.


El sentido de su voto es lo que menos importa en estos momentos. Su decisión de no apoyar el proyecto de ley para despenalizar el aborto es legítima y, así haya sido concertada de antemano o no, debe ser respetada.

Lo que preocupa realmente es la bajísima calidad de sus exposiciones, la imperdonable liviandad de sus discursos, la endeblez extrema de su argumentación, que han dejado en evidencia -en unos casos más que en otros- una muy escasa preparación en asuntos fundamentales de interés ciudadano.

No se esperaba de ellos grandes disertaciones filosóficas ni que alcanzaran un nivel de erudición excelso, porque a decir verdad los diputados de otras partes del país tampoco acertaron a realizar discursos brillantes. Se trataba simplemente de estar a la altura de las circunstancias, como una muestra de respeto hacia los representados (hacia todos, cualquiera se su forma de pensar) y como una manifestación de que el representante ha comprendido la importancia del asunto que estaba sobre la mesa.

Sin embargo, los diputados nacionales por Salta bordearon la ordinariez y el mal gusto (en un caso muy señalado) y en otro, igualmente evidente, abusaron de la chulería y la provocación, recurriendo a metáforas tan extravagantes como indignas. Otros intentaron en vano quedar bien con Dios y con el diablo, en un asunto que claramente no admite medias tintas. Y otros, finalmente, en vez de estudiar y documentarse, se preocuparon por mirar una web de frases célebres poco antes de pedir la palabra.

Entre todos se las ingeniaron para caricaturizar a la Provincia de Salta y a sus habitantes ante sus colegas diputados. En un caso pintando a los salteños como conservadores ultramontanos sin remedio, y en otros como pobres, atrasados y con poca conciencia de sus derechos.

La patética descripción que un diputado salteño hizo del estado de la red de hospitales públicos de su propia Provincia es indigna y vergonzosa, pero no para los salteños sino para él, porque el mismo diputado que no tuvo empacho en decir que los hospitales de Salta son una auténtica birria, tuvo en su momento influencia directa en el gobierno (durante ocho largos años fue Vicegobernador de la Provincia) y cuando la tuvo opinaba todo lo contrario sobre el sistema sanitario público provincial.

Los siete diputados nacionales por Salta, a pesar de algunas superficiales diferencias ideológicas, tienen en común que han sido colocados en sus cargos por el Gobernador de la Provincia de Salta, Juan Manuel Urtubey. Todos, de algún modo, responden a sus directrices, aunque alguno de ellos aspire a sucederle.

La responsabilidad de Urtubey en la caída en picado de la calidad de los representantes parlamentarios de Salta es, pues, clara e ineludible. Es a él a quien la ciudadanía debe pedirle cuentas de tan pobre desempeño y de la pérdida de influencia de la Provincia de Salta en los grandes asuntos que conmueven e interesan al país.

Nadie ha votado a estos señores para que, a la hora de tomar decisiones, respondan primero a sus conciencias y solo después atiendan los intereses y las demandas de sus comitentes. Cuando un asunto provoca en el responsable público un conflicto entre su conciencia personal y su deber como funcionario, la única solución honorable a este conflicto es la dimisión.

Pero en el caso de estos siete señores, hablar de honor es, ahora y en cualquier circunstancia, una exageración notable. Sabemos por qué se sientan allí y cuáles son los intereses que defienden, de modo que no conviene hacerse muchas ilusiones.

Lo que sí cabe esperar es que el Gobernador de Salta asuma su culpa en este penoso espectáculo que hoy se ha transmitido por televisión a todo el mundo. Hagámosle saber que su decisión de colocar como diputados nacionales a unos señores de una talla intelectual tan escasa nos ha hecho pasar vergüenza. A todos.

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