
La suerte le ha dado a Urtubey un mazazo en la mollera y lo ha dejado al borde del nocaut. Como muchos de los que comparten con él «espacio», Urtubey no ha visto venir a la Kirchner, que el sábado pasado dejó boquiabierto a medio mundo (y esto no es una exageración) con su decisión de presentarse a las próximas elecciones, pero como candidata a Vicepresidente.
No habían pasado veinticuatro horas del espectacular anuncio de la exjefa del Estado, que se produjo casi a botepronto otro sobresalto en el cuartel de Urtubey. Sucedió cuando se supo de la firme decisión de Roberto Lavagna de concurrir a las mismas elecciones, pero como candidato a Presidente.
La jugada de madame Kirchner vino acompañada de un flirteo bastante directo con los gobernadores peronistas, a los que Juan Manuel Urtubey decía tener conquistados con su encanto de galán de feria. Incluso su compañero todoterreno y potencial rival en unas internas -Sergio Massa- recibió un ramo de flores de la viuda y todo indica que es cuestión de horas para que se concrete su regreso a las filas kirchneristas.
Con semejante tempestad a babor y a estribor, a Urtubey -sabedor de que su globo se va desinflando como el del Pájaro Loco en el Macy's Thanksgiving Day Parade, pinchado por una estatuilla puntuda del Empire State Building- no le quedó más remedio que salir a decir que no transigiría con «los que se robaron todo» (los Kirchner y compañía) ni con «los que hicieron todo mal» (los macristas).
Pero sucede que Urtubey apoyó a los dos: a los Kirchner, mientras «se robaban todo», y a los Macri, mientras «lo hacían todo mal». Los doce años de Urtubey en Salta están prolijamente repartidos en ocho bajo el signo kirchnerista (y no cualquier kirchnerismo sino uno tan visceral que alguna vez movió al mismo Urtubey a pedir cien años para Cristina), y cuatro bajo el signo menor del macrismo, al que Urtubey debe el haber evitado el hundimiento del Estado y la fractura social en Salta.
Resurgida de sus cenizas, como el Gato Félix, la señora Kirchner ha llamado a casi todos, menos a Urtubey, pues seguramente la que fue Presidente de la Nación recuerda (a little standoffish) que el Gobernador de Salta, hace no mucho, la llamó públicamente chorra.
Todo indica que Urtubey se ha quedado, como se dice en inglés, drop jaw, y que su capacidad de reacción está limitada a las revoluciones que pueden alcanzar en vuelo las turbinas del avión oficial de la Provincia de Salta, a cuyas alas está confiada la suerte de la carísima e inútil campaña del candidato.
El terrible dilema del Partido Justicialista de Salta
Tras el golpe de efecto de la señora Kirchner y la osada ratificación de Lavagna, el PJ de Salta duda ahora si su candidato para las elecciones presidenciales es Urtubey.Muchos dirigentes se dan cuenta de que apoyar al Gobernador de Salta, solo porque es de Salta, es una apuesta arriesgadísima y que lo que se necesita ahora (como se necesitó siempre) es apostar a caballo ganador. Y Urtubey no parece despegar del suelo, más que cuando el LearJet del gobierno remonta vuelo.
A pesar de que gente poco avispada, como el diputado Kosiner, hacen llamamientos para que los peronistas de Salta se encolumnen detrás de una candidatura perdedora, hay gente que está echando las cuentas y ninguna de ellas dicen por el momento que Urtubey vaya a tener nada que hacer en la discusión entablada entre Macri, Kirchner y Lavagna.
Para curarse en salud, Urtubey tomó la medida de posponer las elecciones locales, en las que, si todo sale mal, como parece, en la esquiva política nacional, será candidato a vicegobernador de Yarade (o de algún otro), o candidato a senador nacional.
Para ello, deberá esforzarse en recabar el apoyo de los peronistas de su provincia; pero no del Partido Justicialista, que es de lo más veleta del mundo, sino de los peronistas en general, que son los que movilizan los votos en Salta.