
El juicio por la muerte de Sabrina Berton ha comenzado esta mañana en el Salón de Grandes Juicios de la Ciudad Judicial de Salta.
Tres magistrados, todos ellos integrantes de la Sala Vª del Tribunal de Juicio de la ciudad de Salta, se sientan en el estrado. Preside las sesiones la jueza doña Milagro López.
A diferencia de otros juicios anteriores -como por ejemplo el que se celebró entre marzo y mayo del año pasado por las turistas francesas- la «gran sala» judicial salteña no está ornamentada con el gigantesco crucifijo colocado a espaldas del presidente del tribunal.
La desaparición del símbolo religioso ha sido recibida con entusiasmo por los partidarios de la laicidad del Estado, quienes, con independencia de sus creencias particulares, piensan que el crucifijo no debe presidir los juicios porque según prevé nuestra Constitución la justicia se administra en nombre del pueblo soberano y no en el de Dios.
Y también con recelo por parte de los teocráticos de turno, que por aquello de que Dios es «fuente de toda razón y justicia», sostienen que la presencia del símbolo debe ser casi tan omnipresente el Altísimo.
Nadie sabe, por el momento, dónde se encuentra el enorme crucifijo que pendía sobre la cabeza de los jueces Longarte, Ruiz y Pucheta.
En los pasillos judiciales se barajan dos posibilidades:
1) Que el crucifijo se encuentre momentáneamente en el taller de un artesano ebanista para su reparación anual;
2) Que, dadas las fechas, la imagen haya sido entronizada en el despacho del piadoso señor presidente de la Corte de Justicia, a la espera del rezo del novenario correspondiente.