
En el desfile de testigos que parece ser ya un rasgo común de los juicios mediáticos que se celebran en la Ciudad Judicial de Salta, ha llamado la atención la fotografía de tres de ellos tomada en los pasillos de los tribunales, en la que los tres -incluida una monja o exmonja- posan ante la cámara con el puño en alto, tal y como si las víctimas del cura depredador estuviesen todas cortadas por la misma tijera ideológica.
Aunque por el momento no ha surgido en el debate judicial ningún elemento que permita colocar a las víctimas en un determinado casillero ideológico, la fotografía del saludo antifascista ha cobrado de repente algún sentido, después de que en el día de ayer un testigo -al parecer padre de unos de los discípulos del avieso sacerdote- declarara ante los jueces que Rosa Torino «manejaba un régimen nazi» y aplicaba «métodos de tortura» a los novicios que se encontraban bajo su autoridad.
Así pues, aunque resulte algo extraño ver circulando por los pasillos judiciales a una monja con el puño en alto, cual moderna Rosa Luxemburgo, que sepamos que, más allá de las convicciones personales, todo puede explicarse por el rechazo que todavía produce el entramado cuasifascista que, al parecer, brindaba cobertura a las fechorías del cura enjuiciado.