¿Necesita Simesen de Bielke ser defendida como una víctima de la violencia institucional de género?

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En el pulso que mantiene una parte de la judicatura de Salta con la estructura bélica del Ministerio Público Fiscal de Salta se ha producido en los últimos días un suceso cuyas consecuencias serán desastrosas para las dos partes en conflicto.


Después de que la siempre valiente Sonia Margarita Escudero denunciara públicamente la soledad política y la falta de apoyo institucional de la fiscal Verónica Simesen de Bielke en su disputa con el auxiliar fiscal Sergio Dantur y el juez Luciano Martini, el jefe de aquella, el procurador general Abel Cornejo ha entrado en la disputa como solo él sabe hacerlo; es decir, como un elefante en una cacharrería.

Al terciar en esta disputa, no perseguía el señor Cornejo el loable objetivo de proteger a Simesen de Bielke, sino el mucho menos noble propósito de cuidarse a sí mismo. Para quitarle la razón a Escudero -a la que Cornejo dice «querer» mucho y no saber por qué la exsenadora nacional le dispara con munición pesada- el jefe de los fiscales ha ido al hueso y ha dicho que la señora Simesen de Bielke ha sido y es víctima de la violencia institucional de género, sin aportar mayores precisiones sobre esta situación, sin concretar de ningún modo los actos nocivos que -se supone- tienen una motivación machista.

La pregunta fundamental que cualquier observador de esta lamentable situación debe formularse es: ¿De verdad necesita la señora Simesen de Bielke ser defendida con un argumento tan delicado y tan complicado de probar?

A primera vista, la señora fiscal Simesen de Bielke no es una mujer indefensa o «desempoderada» como se dice ahora, pues ejerce un cargo público de gran importancia y dotado de una considerable capacidad de influencia y poder.

Por supuesto que la fiscal puede recibir ataques machistas a pesar de su cargo, pero es muy difícil que estos ataques provengan de la propia estructura del Estado. Todavía es más difícil que estos ataques se produzcan dentro de un procedimiento público en el que la fiscal en cuestión dispone, por imperio de la ley, de un amplio abanico de herramientas para ejercer su poder y defenderse adecuadamente.

A pesar de esto, Cornejo ha defendido a Simesen de Bielke como si esta fuese una cualquiera, y más que contribuir con ello a mejorar su imagen ante la opinión pública, lo que ha hecho es que los salteños comiencen a desconfiar de las cualidades de una mujer que -hasta que esta situación se produjo- había demostrado un coraje superior incluso al de sus colegas varones.

Pero hay todavía más tela que cortar en este asunto, porque el supuesto «ataque machista» contra la fiscal Simesen de Bielke no proviene solamente de un auxiliar fiscal y de un juez (varones ambos) sino también de la presidenta de la Asociación de Jueces de la Provincia de Salta, que para más inri, es la exesposa del caballero de reluciente armadura que ha salido en defensa de la damisela en apuros.

¿En qué cancha juega entonces el señor Cornejo? ¿Cuál de las dos camisetas viste?, se preguntan muchos de los que saben bastante bien que no solamente fue él uno de los que impulsó la creación de aquella asociación de jueces (el otro fue Guillermo Catalano) sino que fue también el que colocó a su excónyuge en la presidencia.

Estos pequeños detalles impulsan a pensar que la defensa de Cornejo a la fiscal Simesen de Bielke no es sincera, sino más bien instrumental y oportunista. Porque admitir que la Fiscal Penal de Derechos Humanos es víctima de un ataque machista, comporta predicar su vulnerabilidad. ¿Qué fiscal puede defender adecuadamente a las víctimas mujeres si ella misma necesita de un hombre que salga a defenderla públicamente en un terreno en el que bien puede defenderse sola?

La irrupción de Cornejo en una disputa que ha desbordado los cauces procesales en que debió ser resuelta, nos demuestra de una forma «irrefragable» que en el ámbito de la justicia de Salta se respira una cultura de la igualdad simulada, que algunos, como el jefe de los fiscales, se encargan de potenciar en base a la exaltación de roles y prejuicios sexistas. Quien ejerce la violencia institucional de género es el varón que se oculta detrás del «apoyo jerárquico» para salir a defender a una mujer con los peores argumentos posibles, en la creencia de que ella no puede defenderse sola.

Más que buscar soluciones justas ante situaciones desiguales -en esto consiste, ni más menos, la tan socorrida «perspectiva de género»- el Procurador General de la Provincia de Salta busca llevar el conflicto al límite, y sentarse como Nerón a ver como Roma se consume en llamas. Esta actitud cuasidiabólica se complementa con la tranquilidad de quien opera con la seguridad de tener sobre el tablero un alfil de cada color; es decir, con la certeza de jugar a dos puntas, y no precisamente, blandiendo el capote en una «media verónica» como los toreros, sino embarrando la cancha con una doble Verónica, un lance que solo nuestro Nerón de los valles subandinos conoce y practica.