
Defensor más teórico que práctico de la libertad de expresión, Abel Cornejo Castellanos se ha visto obligado a salir al cruce de las demoledoras declaraciones de Simesen de Bielke, en las que puso a parir a la sanidad pública provincial, criticó al servicio médico del propio Ministerio Público Fiscal y denunció que hay casos de COVID-19 en la Ciudad Judicial, pero que no se dan a conocer.
La dura reprimenda de Cornejo demuestra, sin necesidad de echar mano de demasiadas conjeturas, que la independencia de los fiscales no existe ni siquiera para hablar de su propia salud, como le ha ocurrido a la señora Simesen de Bielke, contagiada de la enfermedad. Ni hablar del respeto a los derechos de una mujer que trabaja y que ha sufrido un claro accidente laboral.
El ejercicio de poder de Cornejo pone en serio entredicho la libertad de criterio y, por ende, la credibilidad de los fiscales Ramiro Ramos Ossorio y Pablo Rivero que han necesitado acudir a la prensa para justificar decisiones procesales y pronunciarse sobre aspectos de una investigación judicial que debieron mantener en la más estricta reserva.
En su escrito, Cornejo califica como «difícil» la situación epidemiológica de la Provincia de Salta, aunque, a diferencia del gobierno, se ha abstenido de utilizar el adjetivo «grave».
El Procurador General piensa que «los problemas de salud que nos afectan» se solucionan «solamente con la responsabilidad plena y la solidaridad de la ciudadanía en su conjunto».
Nos viene a decir, en consecuencia, que el problema de salud de la fiscal Simesen de Bielke debe ser resuelto en base a una especie de esfuerzo colectivo y que todo lo que haga la Fiscal de Derechos Humanos por su cuenta, tanto en el sistema sanitario público como en el privado, de nada vale.
En el mismo párrafo Cornejo subraya que «sólo son posibles acciones en conjunto para poder paliar una crisis sanitaria que no reconoce precedentes». Una fiscal que ‘se corta sola’ no contribuye a la solución y es más bien parte del problema.
Recuerda el señor Cornejo que en fecha tan temprana como el 20 de marzo pasado, la Procuración General adoptó medidas «para preservar a magistradas y magistrados, funcionarias y funcionarios y todo el personal del Ministerio Público Fiscal». Lo que no dice Cornejo es que «sus» medidas (especialmente las que adoptó en soledad) no le beneficiaron en absoluto a la señora Simesen de Bielke y a algunas personas de su equipo, pues resultaron contagiadas (contagiados) de coronavirus.
Subraya Cornejo que entre las medidas por él adoptadas se cuenta -sorprendentemente- la provisión de «trajes especiales al Hospital del Milagro», lo cual es bastante curioso puesto que si la finalidad era preservar a los magistrados/as y funcionarios/as del MPF a quienes se les debió de proporcionar «trajes especiales» es a ellos, no al hospital público.
Cornejo también entona un sonoro agradecimiento al cuerpo médico del Ministerio Público, duramente criticado por Simesen de Bielke. De este controversial cuerpo, Cornejo dice que «que trabajó a destajo, sin descanso, pausa ni medida, para atender en forma personalizada cuantas veces fue requerido y se paralizaron de inmediato las actividades de las dependencias donde se constataron casos sospechosos de Covid-19». Nada dice el Procurador General de la exigencia de estos abnegados émulos de Florence Nightingale de presentar un certificado médico para poder acceder a sus precarias prestaciones.
Finaliza la comunicación de Cornejo exhortando a «deponer actitudes personales» (en obvia referencia a Simesen de Bielke) y termina con una frase lacerante e irrefragable como las que acostumbra a intercalar en sus discursos: «Que todos los poderes públicos nos sumemos en un esfuerzo superador, para poder salir airosos de una pandemia que debe unirnos y abroquelarnos para evitar su expansión y sus daños que tanto dolor y aflicción causan a la sociedad».
De seguir en esta línea, la exaltación del dolor y del sufrimiento -una constante en el discurso de Cornejo- lo acercará a toda velocidad a la indisputada santidad de la que disfruta ya la santa Madre Teresa de Calcuta, otra ferviente partidaria de los tormentos lacerantes.
En Salta se comenta que el arzobispo Cargnello está pensando seriamente en sustituir las autoflagelantes páginas de la Novena del Señor del Milagro por las «acordadas en soledad» del procurador Cornejo, en quien la feligresía parece haber hallado a un nuevo emisario místico.