La gubia, tango

  • ¿Quién puso en manos de Chirete el fierro homicida? ¿Otro preso o el sistema penitenciario que debía vigilar el gobierno?
  • Motivo popular de Gardel y Herrera

Los argumentos expuestos por el acusado Chirete Herrera para explicar los motivos que lo llevaron a asesinar en el interior de la misma cárcel a la joven Andrea Neri parecen una adaptación, a lo bestia, de la letra del tango Tomo y obligo, cuya música compuso Carlos Gardel sobre letra de Manuel Romero.


Según el famoso preso salteño, un atrevido compañero de encierro «le mostró» la página de Facebook en la que la joven Neri aparecía junto a otro hombre. Las imágenes cegaron a Chirete (se cegó Chirete, se cegó Balcarce, se cegó Calletti, y así sucesivamente) hasta tal punto que el otro preso le facilitó una «gubia» (nombre demasiado rebuscado para llamar a un formón cualunque) para que Chirete reflexionara y adoptara la medida más adecuada para poner fin a lo que él calificó ante el tribunal como «carnereada».

Si esos barrotes conversaran -piensa Chirete- seguramente le dirían a la señora Mukdsi y a sus compañeros de tribunal de qué modo tan bárbaro quería a Andrea, con qué fiebre la adoró y cuántas veces de rodillas, tembloroso, el preso se hincó bajo el árbol deshojado donde un día la besó.

Pero gracias al tal Balcarce, la vio envilecida y a otros brazos entregada. Para él fue una puñalada y de celos se cegó. Tanto, que todavía no consigue convencerse de que tomó la maldita gubia y, sin poder contenerse, dio al tango un final completamente diferente al que cantó Gardel.

Hoy Chirete está en cana prontuariado como agente de la Camorra, profesor de cachiporra, malandrín y femicida. Y todo a causa del buchoneo de Facebook o del filo de esa inoportuna gubia, que aquel infausto día se hallaba en las manos menos indicadas, con el beneplácito del sistema penitenciario que debía vigilar la ministra Calletti.

Pero que no vigiló a un perverso celoso patológico con antecedentes criminales de esos que hacen que los expedientes penales se paren solos. A ese hombre primitivo, asesino de tangos primero y de mujeres después, el Ministerio de Derechos Humanos y Justicia, por acción u omisión, le puso la gubia entre sus manos y le dio el wifi para que se diera cuenta (o creyera, mejor dicho) de que lo que él llama «sus cuernos» no pasaban por el marco de la puerta.

Y vamos a condenar solo a Chirete y a algún canita que pasaba por ahí. Un poco injusto ¿verdad?

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