
Se trata de una amarga realidad acaecida el pasado 7 de febrero de 2017 en algún lugar del territorio de la Provincia de Salta y que tuvo como protagonista a Yanina Zulma Balmaceda, una joven de 25 años, que fue condenada por el juez Diego Rodríguez Pipino a la pena de dos años de prisión de ejecución condicional por haber cometido el delito de amenaza con armas.
Dice el portavoz de prensa del Poder Judicial salteño que Balmaceda había vendido una garrafa (presumiblemente de gas envasado) a la víctima, pero al día siguiente de entregarla -y vaya uno a saber por qué- la joven vendedora le pidió a quien se la había comprado que le devolviera el artefacto.
Quizá la señora no había pagado el precio, o Balmaceda ejerció un hipotético derecho de retracto.
Lo cierto es que, ante la negativa de la compradora, que ya estaba disfrutando de los servicios de «la gordita», la impaciente vendedora sacó un cuchillo y la amenazó con lesionarla para que le devuelvan la garrafa.
La crónica judicial no dice si al final Balmaceda logró su propósito de regresar a su hogar con la garrafa bajo el brazo o si la compradora opuso resistencia.
El caso es que ahora las protagonistas de esta sórdida historia no podrán estar a menos de 300 metros la una de la otra. Y es más: Balmaceda deberá adoptar arte, oficio o profesión y someterse al tratamiento de sus adicciones. Una de estas terapias deberá ser conducida por profesionales de Gasnor, ya que al parecer la joven cuchillera está un poco enganchada a las garrafas.