
Bien es verdad que en Salta, al igual que sucede en otras partes del mundo, la mediación intenta abrirse camino con cierta dificultad, no siempre es verdad que para publicitar el invento tenga que condenarse al procedimiento judicial al infierno, ni que se deba hablar maravillas de un sistema que se encuentra en ciernes.
Para tener una idea acerca de esta exageración, basta con repasar la forma en que el gobierno de Salta informa hoy sobre la apertura de un nuevo centro de mediación comunitaria en la órbita del Ministerio de Cultura y Turismo de Salta.
Dice esta información que entre las ventajas que brindará la mediación al sector turístico se pueden destacar «el tiempo, por cuanto el procedimiento será rápido y sencillo, su gratuidad, brindando grandes beneficios a quienes eventualmente tengan que solucionar conflictos».
Es decir que si le damos vuelta al argumento, la alternativa a la mediación -el procedimiento judicial- es aquí estigmatizado como «lento», «costoso», «complicado» y por si todo lo anterior fuera poco, «incapaz de proporcionar grandes beneficios» a las personas que necesiten resolver sus conflictos.
Es evidente que si la mediación tuviera en realidad todas las virtudes que sus publicistas oficiales le asignan, no pasarían tres días que la Ciudad Judicial y todos los juzgados y tribunales que allí funcionan cerrarían sus puertas, o pasaría a convertirse en oficinas de mediación.
Pero por alguna razón, los ciudadanos siguen prefiriendo la lentitud y la ineficacia de los jueces a la panacea de la mediación.
Si para sacar adelante un nuevo servicio público hace falta denostar, aunque sea de forma elíptica, a una función del Estado, como la Justicia, que emana de la propia soberanía, es que algo funciona muy mal en el gobierno, y otro tanto sucede en el Poder Judicial.
Es razonable que un juez, para evitar que lleguen a su despacho asuntos que se podrían resolver fácilmente sin su intervención, aliente de algún modola mediación. Pero todo tiene un límite, ya que un juez, a menos que lo que quiera sea arruinar su carrera, difícilmente exaltaría la mediación al precio de reconocer que la actividad jurisdiccional que él practica es una auténtica basura.
Algún juez con amor propio habrá que salga a defender lo que hace, frente a este ataque disfrazado con buenas palabras.