Defensores tardíos y desencantados prematuros del voto electrónico en Salta

  • La pugna entablada entre dos sectores bien visibles del peronismo salteño en torno a la continuidad del voto electrónico pone de manifiesto que tanto a unos como a otros solo les importa la suerte que cada uno pueda correr en las elecciones, pero jamás los derechos de los ciudadanos, que son los primeros afectados por el sistema de votación escogido y a los primeros que se debe tener en cuenta.
  • Calculadores sociedad anónima

Ni a Urtubey le importó un rábano la opinión de los ciudadanos cuando decidió por su santísima voluntad adoptar el voto electrónico; ni a Sáenz parece que le importe más lo que pueden sufrir los electores con el cambio del sistema de votación. Lo único que les importa a ambos es ganar las elecciones, a como dé lugar. Ganar, ganar y ganar, como decía el insigne Luis Aragonés.


La polémica sobre el voto electrónico que se ventila por estos días en Salta en las radios y periódicos más cutres, parece tener solo dos protagonistas, y no tres.

Es decir, quienes por estas horas se están tirando los trastos por la cabeza son, por un lado, los que en un momento lo rechazaron y ahora lo consideran una «herramienta magnífica» (para sus intereses), y, por el otro, los que en su momento defendieron la virginidad del voto electrónico más que la decencia de su propia madre y ahora, por el contrario, piensan que se trata de una herramienta deficiente y prescindible.

Pero falta un grupo muy importante: los que nunca creyeron en el voto electrónico, vienen denunciando sus debilidades y trampas desde que se anunció su implantación y piensan que se lo debe eliminar en Salta de la forma más rápida e indolora posible, por los mismos motivos que han llevado a los países más avanzados a deshacerse sin demasiadas complicaciones teóricas de una herramienta tan peligrosa para la democracia y, al mismo tiempo, tan dañina para los derechos individuales de los votantes.

Pensar en el resultado de las elecciones y no pensar en los votantes es de una mezquindad imperdonable, así se apellide Urtubey o Sáenz el que lo haga.

Urtubey puso el voto electrónico en Salta porque le convenía para ganar las elecciones (y para ganar otras cosas que todo el mundo imagina, pero nadie se anima a reconocer); ahora Sáenz quiere que no se lo toque, porque también le conviene para ganar las elecciones, o para no perderlas, (y no se sabe si para otras cosas también).

Ni uno ni el otro han consultado ni consultarán a los ciudadanos jamás. Estos irán a votar en fila, como vacas en un matadero, sin que nadie les explique cómo, cuándo y por qué.

Del mismo modo es insólito -por no decir insultante- que el presidente de la Cámara de Diputados hable de cambiar la ley para suprimir el voto electrónico, como si se tratara de algo tan sencillo como cambiar de pasta de dientes. Alguien tiene que recordarle al diputado Godoy que él no es el Poder Legislativo (aunque forme parte de él) y que la soberanía del pueblo de Salta no está en sus manos ni en la de su familia, por muchas roscas que se esmere en liderar y por muchas dinastías que se proponga fundar.

Hay que respetar a los electores, en primer lugar. Quien no los respeta, se arriesga a no ser votado. Así de claro.

El que cree que el voto electrónico se puede sacar y poner, según cómo caliente el sol, se equivoca: menosprecia a los ciudadanos y vulnera sus derechos; no merece la confianza de nadie.