El impacto institucional del apoyo de los intendentes a la candidatura presidencial de Urtubey

  • Cualquiera haya sido el número de intendentes gorrones que se sentaron a tironear el asado junto a Urtubey y sus amigos, esta manifestación extemporánea e imprudente de apoyo al candidato presidencial va a tener una influencia enorme sobre las próximas elecciones a Gobernador.
  • Aquelarre en Chicoana

En Salta solo falta que la Corte de Justicia -que afortunadamente en estos días funciona a medio gas debido a la feria judicial de verano- emita una solemne acordada manifestando el pleno apoyo del Poder Judicial de la Provincia a la candidatura presidencial del gobernador Juan Manuel Urtubey.


En los considerandos de la norma se podrían tranquilamente transcribir las frases de ese gran intelectual de los bosques tropicales que es el Intendente de Orán, Marcelo Lara Gros, cuando dice que «necesitamos un presidente que piense como norteño».

Si esta posibilidad -que es cierta- nos pone los pelos de punta y afila los escrúpulos democráticos del ciudadano medio, nos preguntamos por qué motivo a algunos les parece normal y hasta saludable que unos intendentes municipales, que deberían ser de todos los avecindados en sus localidades, sin excepción ni distinción de preferencias políticas, expresen -como intendentes, no como políticos- su apoyo a la candidatura presidencial de Urtubey.

Los empleados menores del Poder Ejecutivo ya han formado un scrum alrededor del Gobernador, que no gasta más dinero en asesores de campaña pues los consigue gratis (para él, pero no para los ciudadanos de Salta) rebuscando entre sus ministros y secretarios de Estado.

El Poder Legislativo también está encantado con esta candidatura y si no se lo ve más es porque el gauchaje que lo conforma está de vacaciones y apenas si aparece en los diarios.

No importa cuántos intendentes hayan sido los que acudieron a sobarle la espalda a Urtubey. Tampoco importa mucho si Sáenz estuvo ausente, si mandó un telegrama o si se hizo el distraído. Lo que importa, de verdad, es que esos señores que fueron a calentar el pico a Chicoana están condenados a convivir -administrativamente hablando- con el gobierno de Urtubey (y con su mágica chequera) al menos un año más, y que si alguno de ellos se atreviese siquiera a insinuar que su candidato a Presidente no es Urtubey sino Macri, Massa, Lavagna, Olmedo o Scioli, su vida y la del pueblo que gobierna será un infierno.

Cualquiera haya sido el número de intendentes gorrones que se sentaron a tironear el asado junto a Urtubey y sus amigos, esta manifestación extemporánea e imprudente de apoyo al candidato presidencial va a tener una influencia enorme sobre las próximas elecciones a Gobernador. Los intendentes que apoyan a Urtubey como presidente no tendrán, en ningún caso, libertad para apoyar al candidato a Gobernador que a ellos les plazca. Apoyarán al que Urtubey les indique.

Más vergonzoso que todo esto es el hecho de que el beberaje de Chicoana, que todo el mundo sabía por qué y por quién fue organizado, haya sido informado por la comunicación oficial del gobierno como una «reunión de trabajo» entre el Gobernador y los intendentes, para ver qué va a hacer cada uno en el resto del año. Publicar una noticia de estas características y pensar que los salteños que la van a leer son unos estúpidos es casi la misma cosa.

Los poderes públicos de la Provincia de Salta (incluido el poder municipal) deben ser y mantenerse neutrales en la contienda política. En esta y en cualquiera. Urtubey no es el candidato presidencial del Estado salteño, porque nadie lo ha votado para ello. Su intento de manipular a legisladores, jueces, ministros e intendentes para que lo apoyen es, pues, autoritario y antidemocrático, además de rebajar hasta unos niveles realmente infrahumanos la dignidad personal de los intendentes municipales, que son personas que obran bajo la influencia irresistible de lo que se conoce en Derecho como estado de necesidad.

Si Urtubey fuera un verdadero demócrata, en vez de andar hurgando en las instituciones para utilizarlas a su antojo, debería intentar reorganizar el Partido Justicialista de Salta, que él preside, y poner allí a trabajar a gente en favor de su candidatura, pagándoles sueldos privados, como corresponde. Pero como no solo no es un demócrata sino que además es un comodón muy satisfecho y una persona alérgica al esfuerzo, se da cuenta que su partido (escindido en mil facciones) en realidad representa un apoyo muy modesto para lo que él necesita y por ello busca afirmarse en las instituciones del Estado, que son bastantes dóciles a sus mandatos, que son más presentables en cuanto a su formalidad exterior y, sobre todo, que son más baratas. Digamos que casi gratis.

El dinero que costará mantener a esos intendentes contentos y tranquilos durante 2019 no saldrá del bolsillo de Urtubey ni de las arcas de su comité de campaña sino del esfuerzo de todos los salteños, que le venimos pagando la campaña desde hace años sin que nadie se decida a tomar el toro por los cuernos y ponerle fin a este abuso de poder.