
Esto le ha ocurrido al gobernador Juan Manuel Urtubey, cuya fuerza política obtuvo en mayo de 2015 el 51,23% de los votos, en unas elecciones fuertemente contestadas por su falta de transparencia, y solo el 40,56% en las elecciones nacionales celebradas el pasado domingo, que han destacado por la ausencia de cuestionamientos, denuncias e impugnaciones.
Una pérdida de apoyo popular tan rápida y tan sensible como ésta no se puede explicar simplemente por el diferente alcance territorial de unas elecciones y otras, ni por la distinta naturaleza de los cargos en juego. Ni siquiera por los caprichos de los electores, que son frecuentes pero no de esta magnitud. Históricamente, estos factores jamás han producido entre nosotros oscilaciones tan bruscas en la dirección del voto.
La explicación de esta caída libre debe, por tanto, buscarse en otro lado.
Una buena forma de hallar una explicación razonable a este fenómeno es negar que se haya producido tal caída de votos y pensar, en cambio, que los resultados electorales del 12 de abril y del 17 mayo no reflejan en realidad la voluntad del electorado ni dan la medida del real y exacto apoyo popular de que disfruta el Gobernador de la Provincia.
En otros términos, un poco más claros, que es posible que las elecciones provinciales celebradas con voto electrónico (o con Boleta Única Electrónica, como prefieren decir aquellos que no suelen llamar a las cosas por su nombre), hayan otorgado al gobernador Urtubey un plus de votos que no guarda relación con la realidad.
Esta afirmación no supone -y conviene aclararlo ya mismo- que las elecciones provinciales de abril y mayo hayan sido fraudulentas. No obstante, es posible pensar que los sistemas de emisión y recuento de los votos (ambos electrónicos, opacos e inverificables) pueden haber alterado (inflado) el resultado de las elecciones. Esta hipótesis se refuerza si se tiene en cuenta que con otro sistema de emisión y -sobre todo- con el recuento manual de los votos de papel los resultados han sido asombrosamente diferentes.
El caudal de votos obtenido el pasado domingo por la fuerza política mayoritaria y virtualmente hegemónica en Salta hace suponer que el gobernador Urtubey, en el mejor de los supuestos, disfruta en la realidad de un apoyo popular más bien moderado, que oscila entre el 37 y el 42 por cien de los votos; es decir, muy lejos del 51,23 de su elección con voto electrónico.
De confirmarse estas sospechas, la legitimidad del Gobernador podría estar ya mismo en serio entredicho, aunque si, por el motivo que fuera, así no ocurriese, lo menos que debería suceder es que los salteños comenzaran a pensar si es conveniente o no mantener para elecciones futuras un sistema de votación que no garantiza el más estricto respeto a la voluntad de electores e impide a una enorme mayoría de ciudadanos el acceso a los controles más elementales del proceso electoral.