Beate Klarsfeld, la luchadora alemana que inspira las protestas de Marisa Peñalva

  • Nacida en Berlín hace hoy 82 años, Beate Klarsfeld es probablemente la mujer europea más destacada de su generación. Junto a su marido, el francés Serge Klarsfeld, Beate ha protagonizado mil batallas como militante antinazi y ferviente defensora de la memoria de la Shoah.
  • Enseñanzas para un mundo mejor

El matrimonio se ha distinguido por su intenso compromiso contra los exnazis que pretendían mantenerse en el poder en Alemania tras la guerra y también por su campaña en los medios de comunicación y mediante manifestaciones callejeras contra los criminales nazis que fueron condenados in absentia en Francia.


Por esas casualidades, Beate y Serge Klarsfeld se conocieron en el Metro de París el mismo día de mayo de 1960 en que agentes del Mossad capturaban en un oscuro barrio del norte del Gran Buenos Aires a Adolf Eichmann, que se había refugiado en la Argentina.

Una década más tarde los Klarsfeld consiguieron localizar en el Perú a Klaus Barbie, también conocido como el carnicero de Lyon, que fue varias veces juzgado in absentia en Francia. En 1983 y mientras vivía oculto en Bolivia bajo el nombre falso de Klaus Altmann, los Klarsfeld consiguieron finalmente que Barbie sea arrestado por el gobierno democrático de Hernán Siles Zuazo y posteriormente extraditado a Francia en donde sería juzgado y condenado.

Uno de los momentos más críticos y a la vez más memorables en la vida de Beate ocurrió en mayo de 1968 cuando en un congreso del partido Demócrata Cristiano alemán abofeteó al entonces canciller Kurt Georg Kiesinger, al que recriminó sonoramente su pasado nazi. El episodio le costó a Beate una condena a prisión de un año (luego reducida a cuatro meses) pero que no llegó a cumplir.

«Cuando Kurt Georg Kiesinger, un propagandista nazi, fue elegido canciller en Alemania, vi mi ocasión como alemana de actuar y de protestar. Así que traté de cumplir con mi misión histórica y moral expresando en mis artículos mi total rechazo a Kiesinger. Y la reacción fue inmediata. Fui destituida de la oficina Franco-Alemana para la Juventud (creada para fortalecer relaciones entre alemanes y franceses y donde yo tenía un trabajo como secretaria bilingüe). Así que tuvimos que empezar a luchar. Iniciamos una campaña para demostrar cuál fue su papel en el nazismo y para obligarlo también a abandonar su puesto como canciller», dijo Beate Klarsfeld a Euronews en 2015.


Pero la militancia antinazi de Beate ha tenido también otros puntos altos.

Por ejemplo, en febrero de 1971, cuando se manifestó frente a la Universidad Charles de Praga contra «la estalinización, la persecución y el antisemitismo». Como resultado de esta protesta, a Beate Klarsfeld se le prohibió temporalmente la entrada en la entonces Alemania Oriental.

Aquel mismo año, con su marido y varias personas más, intentó secuestrar en Alemania a Kurt Lischka, considerado responsable de la deportación de unos 76.000 judíos de Francia. En 1974 Beate Klarsfeld es condenada a dos meses de prisión por el intento de secuestro de Lischka, que llegó a testificar en su juicio. Luego de un clamor internacional, su sentencia fue suspendida. Lischka permaneció prófugo hasta 1980, cuando fue condenado a diez años de prisión.

También en la década de 1970, Beate y su marido denunciaron repetidamente la participación del político del FDP Ernst Achenbach en la deportación de judíos de Francia. En 1976 logró ponerle freno a la actividad política de Achenbach como lobbysta de los criminales de guerra nazis. Como ponente de la Comisión de Asuntos Exteriores en el Bundestag hasta 1976, Achenbach fue responsable del Acuerdo Complementario Franco-Alemán al Tratado de Transición firmado en 1971, e impidió con éxito su ratificación hasta 1974 cuando fue desacreditado por las campañas lideradas por los Klarsfeld.

En 1984 y 1985 Beate Klarsfeld visitó Chile y Paraguay, entonces gobernadas por dictaduras militares, para llamar la atención sobre la búsqueda de los presuntos criminales de guerra nazis Walter Rauff (el oficial de las SS que inventó la cámara de gas portátil y que vivió durante años confortablemente instalado en el Chile de Pinochet) y Josef Mengele (el médico de las SS que realizó experimentos mortales con prisioneros). En 1986, Beate Klarsfeld pasó un mes en el oeste de Beirut, en donde se ofreció a ser detenida a cambio de la liberación de rehenes israelíes.

En 1986 hizo campaña contra la candidatura del exsecretario general de la ONU, Kurt Waldheim, al cargo de presidente federal de Austria, con el argumento de que estaba acusado de participar en crímenes de guerra como oficial de la Wehrmacht. Beate Klarsfeld asistió a los actos de la campaña de Waldheim y, después de su elección, interrumpió sus apariciones en Estambul y Amman, en donde fue apoyada por el Congreso Judío Mundial.

Más recientemente, la lucha del matrimonio ha dado un vuelco con la actuación de su hijo Arno Klarsfeld, que fue el abogado que mandó a la cárcel a Maurice Papon, prefecto de Burdeos durante el régimen colaboracionista de Vichy.


Una valentía para enmarcar

A lo largo de su vida, Beate Klarsfeld ha demostrado una inusual valentía. No solo para protestar en las calles y en los actos públicos a cara descubierta, sino para afrontar con entereza las consecuencias de sus actos.

No ha temido al castigo y de hecho sus acciones más cuestionables se han saldado con penas muy suaves, o suavizadas después de un gran clamor internacional. Las reacciones de los ofendidos por su actos, lejos de desanimarla o amedrentarla, han conseguido hacerla más fuerte y más convencida -si cabe- de sus razones.

Hoy, la vida de la activista valiente e intransigente y el viejo abogado de causas perdidas se desenvuelve en el 8vo arrondissement de la capital francesa, en donde mantienen su despacho y siguen en pie de guerra.

Bien es verdad que ya no hay SS ni gestapos para perseguir, o los que quedan son nonagenarios enfermos o personajes que no tuvieron puestos de responsabilidad en la cadena de mando nazi. Pero Serge y Beate Klarsfeld siguen trabajando sin descanso y ocupándose de otras injusticias.

“La indiferencia es un peligro. Hay gente que no vota porque cree que los problemas se arreglarán por sí solos, pero no es así. Mire lo que ocurrió en Alemania con los nazis, aquello puede repetirse; mire lo que está pasando con algunos gobiernos en Europa, lo que ocurre en Italia, lo que podía haber ocurrido en Francia, Hungría, Austria, ahora la extrema derecha resurge en España… Los jóvenes europeos a veces no se dan cuenta de todo esto, porque desde el final de la II Guerra Mundial viven en la riqueza y en el confort, y no les interesa la historia. Hay que permanecer vigilantes. Los extremos se movilizan con facilidad, pero la gente moderada, no”, ha dicho Beate a El País en 2019.

Su incansable lucha, los apoyos que han recibido, los resultados de sus búsquedas y de sus denuncias los mantienen vivos, despiertos y activos. Desde que se conocieron en 1960, ella ha sido siempre la mano dura, la persona de acción y la fuerza de choque, frente a la reflexión, la serenidad, el estudio de las leyes y la paciencia de su esposo.

La vida y la obra de Beate Klarsfeld ha inspirado a muchas luchadoras contra las injusticias en todo el mundo. Les ha hecho perder el miedo al poder, a las conspiraciones, a las sociedades cerradas, a los feudalismos, a los pactos de silencio. Les ha animado a salir a las calles a denunciar a los autoritarios, a los liberticidas, a los fascistas, a quienes abusan del poder jurídico y de las magistraturas públicas para dañar a sus semejantes, todos ellos herederos directos de sus perseguidos de antaño.

En estos momentos en que los salteños asistimos a la penosa reacción institucional de jueces y fiscales contra la protesta callejera pacífica y contra el derecho a manifestarse contra las injusticias, y comprobamos la silenciosa complicidad de un gobierno ausente, la figura de Beate Klarsfeld se eleva por encima de nuestras miserias para demostrar, una vez más, que con la verdad por delante un mundo más justo es posible.