La captura de un barco enemigo a lomos de caballo: ¿Un hecho único en la historia?

  • Un escritor argentino -seguramente aficionado- ha publicado hace pocos días en las redes sociales que la acción militar protagonizada por el general Martín Miguel de Güemes durante las invasiones inglesas (la captura de un barco a lomos de caballo) fue un hecho que ‘no había pasado nunca en la historia’.
  • Fantasías animadas de ayer y de hoy

Sin poner en dudas ni por un momento el valor histórico de la acción del joven militar salteño (que, por otra parte, está profusamente documentada), hay que decir que la afirmación de que la captura de un barco por hombres montados a caballo constituyó un hecho único en la historia es bastante dudosa.


Smithsonian Magazine

En el mismo error del entusiasta historiador argentino ha caído la prestigiosa Smithsonian Magazine, que en enero de 2017 y con la firma de Kat Eschner (periodista freelance con base en Toronto), publicó un artículo titulado The Only Time in History When Men on Horseback Captured a Fleet of Ships.

La señora Eschner no se refiere, por supuesto ni a Güemes ni al episodio del Río de la Plata, sino a un episodio -bastante parecido, por cierto- ocurrido el 23 de enero de 1795, entre la localidad holandesa de Den Helder y la isla de Texel, durante las guerras revolucionarias francesas.

Según el artículo de Smithsonian Magazine, aunque aquellas guerras duraron una década, el momento más extraño pudo haber durado solo unos pocos días.

La autora se refiere a la captura de la flota holandesa que se produjo aquella noche y que para los historiadores y especialistas en estrategia militar constituye la «rara ocurrencia» de una interacción táctica entre navíos de guerra y hombres montados a caballo.

El invierno de 1794-1795 fue extremadamente gélido en Holanda, y cuando se desató la tormenta, la flota holandesa anclada en el estrecho de Marsdiep intentó refugiarse en la isla de Texel hasta que escampara. Pero sucedió que de repente se vieron bloqueados por el hielo, como escribe el autor David Blackmore, citado por Eschner.

Las noticias de los navíos bloqueados en la tormenta llegaron a oídos del general francés Jean-Charles Pichegru, quien rápidamente contactó con el almirante holandés Johan Williem de Winter, que entonces trabajaba para los franceses, para que se hiciera cargo del asunto. De Winter envió al lugar tropas de infantería, de caballería y artillería montada, que arribaron el día 22 de enero de 1795 y acamparon durante la noche.

Al ver el fuego del campamento montado por los franceses, el capitán Hermanus Reyntjes, el más antiguo de los oficiales de la flota holandesa, que se encontraba temporalmente al mando, mandó a preparar los cañones y dio instrucciones para -llegado el caso de que se produjera un ataque a caballo- hundir las naves.

La historia oficial dice que los hombres del 8º regimento francés de húsares y el 15º de infantería prepararon calculadamente el asalto, valiéndose del silencio de la noche y evitando el ruido de los caballos cubriendo sus cascos con tela. La orden final fue impartida por el teniente coronel Louis Joseph Lahure y los franceses tuvieron la suerte de que el hielo no se rompió y que los húsares y los infantes pudieron abordar sin mayores inconvenientes los barcos holandeses. En la acción fueron capturados el comandante holandés, 14 barcos de guerra, 850 cañones, varios navíos mercantes y la tripulación de los barcos. Ninguno de los dos bandos sufrió bajas.

Sin embargo, la propia Kat Eschner nos da a entender en su artículo que pudo que la acción militar no se haya producido tal cual como lo cuenta la histori oficial (algo que también se dice de la de Güemes en Buenos Aires) y que en su momento los militares al mando llegaron a un acuerdo para la rendición de la flota. En realidad -escribe Eschner- los franceses habrían necesitado cañones pesados y escalinatas para poder subir a los barcos, y no disponían de ellos. «Los holandeses no eran tan vulnerables como parecían», dice la autora.

«Atrapados en el hielo, uno junto a otros, y bien armados, los barcos holandeses podían cubrirse los unos a los otros», agrega la autora, quien también subraya el alto poder de fuego de la flota holandesa.

«Los propagandistas militares franceses posteriores pusieron en circulación la improbable historia de hombres harapientos que haciendo tronar a sus caballos a través del hielo capturaron con su espada desnuda a toda la flota de guerra de Holanda», escribe Blackmore. Pero del mismo autor señala que «De hecho, fue mucho más mundano».

No está muy claro lo que sucedió aquella noche -dice Blackmore- pero lo que es casi seguro es que no hubo una gran batalla sino que es mucho más probable que la escena haya sido bastante más apacible: los húsares cabalgaron hasta el barco de Reyntjes y los dos bandos acordaron esperar órdenes.

Cinco días después, las tripulaciones holandesas juraron solemnemente cumplir con las órdenes francesas y mantener la disciplina naval, a cambio de que se les permitiera permanecer bajo la bandera holandesa.

En conclusión

Que Güemes no fue el único en obtener la rendición de un barco de guerra enemigo al mando de un grupo de soldados montados a caballo.

No fue el primero y tampoco fue el último, pues la historia recuerda también la acción militar del general venezolano José Antonio Páez, quien en 1818 y al mando de cincuenta hombres a caballo consiguió atravesar el río Apure y capturar catorce barcos enemigos.