Malvinas, política de Estado

El pasado 3 de enero se cumplió otro aniversario de la usurpación británica de las Islas Malvinas, ocurrida ese día de 1833. Con tal motivo, el nuevo gobierno argentino reiteró el inveterado reclamo de soberanía, exigiendo a la contraparte la reanudación de un diálogo que destrabe el centenario conflicto.

La declaración de nuestra Cancillería no es novedosa, pero es la primera luego de cumplidos los 50 años de la Resolución nº 2065 de la Asamblea General de la ONU, del 16 de diciembre de 1965, la primera y más importante que encuadró el conflicto como correspondía. Un gran éxito de la diplomacia nacional bajo la presidencia del Dr. Arturo Illia, siendo canciller Miguel Á. Zavala Ortiz y delegado especial ante el Comité de Descolonización el experimentado José María Ruda.

Se cometería un grave error si este tema cayera también en el manoseo político entre el gobierno que se fue y el entrante. No corresponde con problemáticas que deben constituir políticas de estado.

Por tal motivo no está de más recordar de qué se trata:

1º Preservar el denominado principio de unidad de la disputa. El conflicto abarca el Archipiélago de las Malvinas y los de las Georgias del Sur y Sándwich del Sur, y comprende también el mar territorial, la zona contigua, la zona económica exclusiva y su plataforma continental medidas conforme lo dispone la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, vigente para ambos Estados. El asunto se agrava pues involucra el sistema antártico y el Atlántico Sur.

2º Las partes involucradas son Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Los isleños no son un tercero en discordia, dada su condición de súbditos británicos lograda con la British Nationality Act de 1983. Cualquier salida impactará obviamente en la población de las islas, lo cual implicará tener en cuenta sus intereses, respetar su modo de vida y atender sus deseos, según lo han previsto los documentos internacionales.

3º Es un caso de colonialismo, cuya población ha sido “trasplantada” a territorio ajeno. Así lo estableció la Resolución 2065 adoptada en el marco de la Resolución nº 1514 (“Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales”, del año 1960): existe una disputa de soberanía entre la República Argentina y el Reino Unido y ambas partes deben “[…] proseguir sin demora las negociaciones recomendadas por el Comité Especial (de Descolonización) […] teniendo debidamente en cuenta […] los intereses de la población de las Islas Malvinas”. Años después tales conceptos fueron reiterados por las Resoluciones nº 3160 de 1973 y nº 37/9 de 1982.

4º Ambos países están obligados a negociar observando el principio de solución pacífica de controversias (art. 2.3 de la Carta de Naciones Unidas), mediante la negociación directa. Cabe recordar que desde 1965 hasta 1982 hubo distintas fórmulas de arreglo (incluso arbitraje y acceso a la Corte Internacional de Justicia), fracasadas por los condicionamientos políticos internos de cada parte.

5º La solución no vendrá de Naciones Unidas o algún otro foro multilateral, pues los conflictos de soberanía históricamente se han resuelto por negociaciones diplomáticas bilaterales. Argentina obtuvo muy importantes apoyos de países y foros políticos internacionales, lo cual expresa diplomacia en movimiento pero nunca suficiente.

6º Para nosotros es además un imperativo constitucional, de acuerdo a la Disposición Transitoria Primera introducida en la Constitución Nacional por la reforma de 1994.

Las irredentas islas argentinas del Atlántico Sur han repotenciado su interés geopolítico en un mundo multipolar que transita un cambio epocal. Hoy la política mundial atiende con expectativa los recursos naturales.

Con todo, la llave maestra para la recuperación -a nuestro criterio- sigue siendo la construcción del poder nacional, cuya base está en el incremento de los recursos tangibles e intangibles de poder en función de un proyecto nacional que incluya y contenga a todos los argentinos.

Argentina es la octava superficie territorial mundial, con enormes espacios marítimos circundantes, sub poblado y con población muy mal distribuida. No podemos darnos el lujo de obviar el pensamiento estratégico para el largo plazo.

Una nueva visión del problema admite la imposibilidad de recuperar la soberanía a corto o mediano plazos. Tal vez sea momento de redefinir qué queremos y qué haremos para que las negociaciones involucren toda la agenda bilateral deteriorada, actuando con las necesarias firmeza, paciencia e imaginación.