Momento Macri en el aire: 'espacio' no es coalición

Con la llegada del otoño parece iniciarse en el país la temporada electoral. Los partidos calientan motores y algunos comicios primarios y generales están a la vuelta de la esquina. En abril habrá virtualmente una PASO distrital por semana: el 12 en Salta, el 19 en Santa Fé, el 26 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Los salteños elegirán gobernador a principios de mayo. Varias provincias gobernadas por el oficialismo aspiran a resolver los comicios locales anticipadamente: sospechan que la táctica (“derrotista” o “resignada”) de la Casa Rosada hace conveniente separar la elección provincial de la nacional para no sufrir el arrastre del previsto eclipse del ciclo K.

Las encuestas dictaminan que el otoño viene bien para Mauricio Macri. Y la política lee encuestas.

Radicales con Mauricio

La convención radical de Gualeguaychú decidió el sábado 14 de marzo que el partido fundado por Leandro Alem compartirá un “espacio” común con el Pro y la Coalición Cívica de Elisa Carrió.

“Espacio” es el nombre de fantasía con el que en estos tiempos se alude aproximadamente a lo que antes se llamaba frente, coalición o alianza. Se trata de una unión (en principio transitoria) de fuerzas heterogéneas que deciden la conveniencia para cada una de marchar juntas. Hay, sin embargo, matices diferentes: mientras las alianzas tradicionales surgían de un pacto de cúpulas partidarias, los radicales bendijeron esta innovación en un congreso. Además, en este caso los tres socios proclaman que dirimirán la relación de fuerzas y la supremacía de alguno de ellos por la vía electoral y así, la fórmula presidencial del partido que prevalezca en las PASO se convertirá en fórmula del “espacio”. Macri versus Ernesto Sanz versus la doctora Carrió. El que gane, gobernará.

En este sentido, no correspondería hablar de “coalición”, que implica un gobierno compartido. Como alguno de sus socios confundió (ingenua o interesadamente) los términos, Mauricio Macri lo aclaró, para que no queden dudas: “Si la gente lo elige, el que gana va a conducir el gobierno nacional y pedirá o no colaboración. Pedir colaboración no es exactamente lo mismo” (que compartir gobierno). El viernes, y después de recaudar una noche antes 120 millones (a 50.000 pesos por cubierto) en una cena de recolección de fondos, agregó un detalle: “Mi vicepresidente no será radical”.

“No habrá cogobierno”

Si la convención de Gualeguaychú se inclinó por la postura de Ernesto Sanz pensando en la posibilidad formal de cogobernar, ahora habrá muchos decepcionados.

Porque, aunque todavía falta mucho para esas primarias, parece una verdad de Perogrullo que la competencia de Macri con Sanz y con Carrió sólo podrá servir para escenificar diferencias de idiosincrasia o prioridades programáticas de cada uno de los precandidatos pero no ofrecerá variantes sobre el triunfador: las encuestas muestran al jefe porteño con alrededor de 30 puntos de intención de voto, mientras Carrió y Sanz no superan un dígito (para describirlo con benevolencia). Y entonces, traduciendo las palabras de Macri, si “el espacio” terminara triunfando en octubre, el Pro comenzaría a gobernar el país en diciembre.

Claro está que el gobierno nacional no se agota en el control del Poder Ejecutivo. Especialmente para un gobierno que suceda la experiencia de hipercentralismo del llamado modelo K. Una eventual gestión surgida del “espacio” Pro- UCR- Carrió debería diferenciarse netamente del estilo kirchnerista, ofrecerle plenas garantías de independencia al Poder Judicial, apoyarse en un Congreso con autonomía y mantener una relación ecuánime con provincias y municipios.

Es en estas últimas escalas donde están ubicadas las expectativas mayores de la UCR. El radicalismo confía en que sus estructuras locales, remando tras la estela de una potente candidatura presidencial, puedan conquistar media docena de gobernaciones y enviar a las Cámaras una legión de nuevos legisladores que fortalezcan al radicalismo como fuerza parlamentaria.

En virtud de esas expectativas de sus viejos compañeros de la UCR y de la lectura de encuestas, Margarita Stolbizer, jefa del GEN, da por sentado que Ernesto Sanz terminará por declinar la competencia con el jefe del Pro. Algo similar se profetiza de la doctora Carrió. Sin embargo, “el espacio” necesita exhibir una puja. Y Sanz, además de efectividades conducentes, debe proporcionar a sus correligionarios y favorecedores una prueba de que el radicalismo tiene autonomía y un programa propio y no quiere ser absorbido por el Pro, razón por la cual, aun a riesgo de sufrir una derrota importante en las PASO, es probable que se vea forzado a sostener la bandera y la postulación, mientras discute puestos para los radicales en las listas comunes.

Las buenas maneras determinarán también, seguramente, que un eventual gabinete de Macri incluya ministros radicales. Y que, ante decisiones políticas cruciales, haya diálogo, búsqueda de consensos y también de acuerdos sobre el modo de exponer los desacuerdos. Todo eso ya está demandando reuniones y trabajo. Pero, como adelantó el jefe de gobierno porteño, no habrá cogobierno.

¿Macri y quién más?

Lo que parece indiscutible después de Gualeguaychú es que la próxima elección presidencial requerirá una segunda vuelta. De acuerdo a la Constitución, un candidato se impone directamente en la primera si supera el 50 por ciento de los votos o si, obteniendo más del 40 por ciento, supera a su inmediato competidor por al menos un diez por ciento de los votos. Es improbable que el “espacio” que encabezará Macri reúna esas condiciones y es al mismo tiempo indudable que su caudal impedirá que otra fuerza lo haga.

¿Cuál será el otro candidato que llegará a la gran final? Los encuestadores aseguran esta semana que Sergio Massa ha perdido pie: la UCR le dio la espalda y los empresarios prefieren comer con Macri. Puede tratarse de un fenómeno transitorio, pero si la elección fuera el mes que viene, hoy habría que suponer una confrontación Mauricio Macri-Daniel Scioli.

Con todo, las urnas nacionales se abrirán recién en octubre. Y el kirchnerismo todavía insinúa que puede cerrarle a Scioli la puerta de la candidatura.

El gobernador bonaerense sigue encabezando tranquilo las encuestas de las PASO del Frente para la Victoria, pero la Presidente y su entorno le hacen la vida difícil. En palabras de uno de los voceros habituales de esos ámbitos, Carlos Kunkel, a Scioli lo consideran un candidato de influencias “liberales”.

Dilma como antiejemplo

La Presidente observa atentamente el escenario brasilero y saca sus propias conclusiones. Allá, Dilma Roussef ganó la elección muy ajustadamente y decidió gobernar haciendo suya buena parte del programa de la oposición y designando ministros de ese palo. Ahora enfrenta a una oposición que no queda conforme y le imputa corrupción y también a buena parte de su propio electorado, que no muestra paciencia para aguardar los resultados positivos del ajuste que Roussef ha comenzado.

La señora de Kirchner no quiere imitar a su colega brasilera: piensa gobernar los meses que le restan especialmente para satisfacer a quienes define como sus seguidores, en primer lugar, para los más activos, es decir La Cámpora y alrededores. Ya no importa aquel 54 por ciento que alguna vez se invocó, ahora hay que asegurarse a los kirchneristas puros y duros y a la clientela que depende de la dádiva oficial. Y gastar en esa tarea los recursos que sean.

Con esa visión del mundo, un candidato “de influencias liberales” parece condenado a recibir malas noticias de la Casa Rosada.

En relación a Roussef, la señora de Kirchner lleva una ventaja: la brasilera recién empieza su mandato y, si piensa completarlo, no puede endosarle a otro las consecuencias de una administración irresponsable. La presidente argentina se va en nueve meses y las principales facturas deberá afrontarlas quien la suceda.

Así se ve hoy el paisaje. Es demasiado temprano para escribir una crónica del comicio. Lo único que puede anticiparse es que, gane quien gane, un ciclo habrá concluido.