Urtubey y los valores de la Revolución Francesa

Sabido es que el Gobernador de Salta encarna los valores diametralmente opuestos a los de Libertad, Igualdad, Fraternidad que se hicieron universales gracias a la Revolución Francesa.

En Salta, el gobernador Urtubey es el adalid del antiliberalismo. Sus ocho años en el poder son un canto a la impunidad y al desgobierno. La Provincia alcanza, con suerte, un 46 por ciento de ciudadanía: una media-república.

En vez de Libertad, impera en Salta la imposición, el desparpajo, la arbitrariedad y la compra descarada de la voluntad ciudadana. Urtubey, en nombre de la comunidad organizada peronista, ha recortado las libertades individuales de los ciudadanos y colocado al Estado como árbitro de las mismas.

En vez de Igualdad, rige en Salta un sistema de castas heredado de la época colonial, en donde los aristócratas, el clero y las corporaciones disfrutan de privilegios y de espacios de decisión e influencia en las instituciones del Estado.

En vez de Fraternidad, Urtubey ha instaurado una sociedad fragmentaria, desvertebrada e insolidaria, con territorios inconexos, poblaciones enteras marginadas o manipuladas y ha reemplazado el espíritu de hermandad por un sentimiento cuasipatriótico basado en símbolos y creencias, antes que en ideas y convicciones comunes.

A pesar de esta aplastante realidad, el Gobernador de Salta se ha tomado la libertad de enviar, con ocasión de la Fiesta Nacional de Francia, una carta de «agradecimiento» (no sabemos por qué) al Cónsul Honorario de este país en Salta en la que, de paso, aprovecha para expresar su «adhesión personal», no a la celebración de tal fiesta, sino a la independencia de Francia.

Dejando a un lado el enorme error histórico de confundir la Fiesta Nacional francesa con la celebración de su independencia, nos preguntamos qué valor tiene la «adhesión personal» del señor Urtubey a Francia, teniendo en cuenta el abierto desprecio de su gobierno por los valores, la cultura y la tradición de pensamiento de este país.

La «adhesión personal» de Urtubey no es otra cosa que un gesto mayestático, pues seguramente el Gobernador piensa que, sin su suprema voluntad y sin su salteñísima y gauchesca aprobación, Francia (la Francia de De Gaulle y de Clemenceau, la de Voltaire, Baudelaire, Balzac, Flaubert y Proust) no sería más que un país común y corriente, dominado, marginal y poco influyente. Dicho respetuosamente, la grandeur de Francia no necesita ni de la aprobación ni de la adhesión del Gobernador de Salta.

Sería interesante que el gobierno provincial o el Cónsul Honorario hicieran público el contenido de aquella carta, para que los salteños nos enteremos cuál es la parte de la realidad de Francia que tanto atrae a Urtubey, pues no es descabellado pensar que la misiva contenga, en vez de una exaltación de la libertad, la democracia, el progreso o los valores de la República, alguna referencia laudatoria al Mariscal Petain, al régimen de Vichy, o a la Organisation de l'armée secrète del general Raoul Salan, que tan bien conoce el señor Cónsul.